Difícil de reconocer. Complejo de gestionar. Dura realidad, pero sin embargo muy presente. El UEMC Real Valladolid Baloncesto no perdió esta vez con una derrota de treinta puntos, aunque la valoración final así lo sugería (61-98). Si alguien no hubiera seguido el partido, perder por 13 puntos ante Estudiantes, uno de los líderes de la competición (73-87), podría parecer, dadas las actuaciones anteriores, satisfactorio para algunos. Sin embargo, no debemos dejarnos engañar por los árboles que esconden el bosque. El Estudiantes triunfó a su antojo, controlando el partido y repartiendo los minutos como mejor le pareció, con los 12 jugadores en el campo, 11 de los cuales jugaron entre 15 y 21 minutos, mientras que el duodécimo, Sola, permaneció en el campo nueve minutos. .
Un paseo para los rivales de un UEMC Real Valladolid Baloncesto que vuelve a pasar por grandes dificultades, jugando en una cancha del Pisuerga cada vez más desierta, donde los espectadores desaparecen incluso antes de finalizar los partidos.
Es un nuevo capítulo de ansiedad para un equipo Blanquiviolette falto de carácter y, sobre todo, sin un plan de juego comprensible. Sus oponentes, entre ellos Estudiantes, sólo tuvieron que conformarse con lo mínimo. Al descanso el Real Valladolid ya iba perdiendo por 18 puntos y se quedó atrás por 26 al inicio del tercer cuarto. Lejos de las cuestiones deportivas, un homenaje y una actuación musical llamaron más la atención que la actuación del equipo en un partido en el que parecía tener sueño.
Es difícil entender la situación actual. Para algunos, cada partido es una celebración, mientras que para otros, en particular para el Real Valladolid, es un verdadero calvario con decisiones a veces incomprensibles. Por ejemplo, ¿cómo se explica que Egekeze, un jugador ya lesionado a su llegada, esté en el campo? La defensa, que podría calificarse de inexistente, sigue siendo calificada de muy deficiente, y en ataque, cada uno parece jugar por sí mismo, cayendo en la anarquía. Por el contrario, Rozitis no jugó ni un minuto en el que bien podría ser su penúltimo partido, mientras que Juangar pasó de ser un jugador imprescindible a un mero espectador. Este silencio y falta de claridad sólo pueden conducir a una gestión caótica mientras el equipo sigue estancado. En las gradas, la afición contempla con desesperación este espectáculo.
Los Estudiantes jugaron tranquilos, apenas solicitados. En el primer cuarto ya lideraban por 8 puntos con 29 puntos anotados. Sólo era cuestión de esperar, sin cansarse demasiado. Su superioridad era innegable. Aunque todos sus sustitutos tuvieran tiempo de juego, esto no obstaculizó en modo alguno su objetivo de ganar con un bajo coste energético.
El despertar del Real Valladolid llegó en el último cuarto, durante los minutos “desperdiciados” cuando ya estaba todo decidido. Era un árbol que intentaba ocultar la montaña.
Estudiantes jugó con facilidad con sus jugadores “pequeños” como Jason Granger (dominante), Francis Alonso (mortal) y Devin Schmidt (clase), devastando la defensa de Vallisoleta con puntos y asistencias.
El barco se hunde sin esperanzas de regresar. Lolo Encinas, en su papel, parece desbordado. Incluso si el técnico vasco se aferra a sus palabras de aliento, eso no es suficiente. La realidad es que su par en Estudiantes, Pedro Rivero, optó por no culminar la tarea. Es así de simple.
El equipo necesita más, necesita cambios, incluso a nivel directivo. Se desploma sin haber ganado un solo partido en casa desde el inicio de la temporada. Su juego presenta una fragilidad inaceptable. Una dura realidad. Surge entonces la pregunta: ¿el club se plantea un cambio o optará por una nueva incorporación al ver que determinados jugadores ya no están? La urgencia de la situación requiere una respuesta. El próximo calendario (Copa de España), con partidos contra Palencia y Ourense, realmente no da motivos para el optimismo.
Más allá de las cifras y resultados, esta situación plantea un debate sobre la gestión de los equipos en tiempos difíciles. La reflexión sobre la necesidad de una estrategia a largo plazo y la importancia de la comunicación dentro de un grupo puede resultar relevante para ayudar al Real Valladolid a encontrar su ritmo. ¿Cómo ven el club y su dirección el futuro en este punto de inflexión que podría influir en su camino en los próximos meses?
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