Para cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestra historia, la celebración navideña resuena con un tono particular, marcado por la alegría, la paz y la calidez de los encuentros, especialmente los familiares.
La Navidad, conscientemente o no, significa para nosotros la cercanía de Dios. Quizás esto sea lo que nos conmueve, nos une y nos asombra. Dios se hace cercano, se hace uno de nosotros, en total sencillez, lejos de la mundanidad y de los rumores. A diferencia de los grandes personajes de este mundo, él nació en una humilde guardería, en un pueblo desconocido para todos.
A pesar de las extremas privaciones de este nacimiento, será reconocido por la gente más sencilla de la época, pobres pastores que llegan y quedan asombrados…
Ésta es la gracia de la Navidad: ¡la irrupción de Dios en el día a día de nuestras vidas!
La proximidad así revelada nos encanta, nos llena y nos tranquiliza. Dios no nos ha olvidado; nos ama tanto que viene a compartir nuestra vida: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Evangelio según san Juan).
Este pequeño niño, tan frágil en los brazos de su madre y tan cerca de nosotros, es Jesús, plenamente hombre pero también plenamente Dios; tal es la fe de los cristianos. Desde hace 2.000 años anuncian esta Buena Nueva: Dios vino a vivir entre nosotros para mostrarnos su amor y su ternura. Por tanto, es bastante normal que la Navidad evoque la alegría y la calidez de un encuentro.
Cercanía a Dios, es decir facilidad para hablar con Él, para encontrarse con Él, para dejarse amar por Él, para dejarle actuar… He aquí la belleza del mensaje cristiano.
Él es el Salvador del mundo, con él todo se hace posible.
Descubrimos así que es posible un encuentro, una palabra, un intercambio con el Creador, con Dios mismo. La Navidad nos lo revela de forma suave pero poderosa. Además, no dudemos en detenernos frente a una guardería. Nuestros pueblos o aldeas necesariamente tienen uno. No dudemos en hablarle a este niño, en compartir con él nuestras alegrías o el peso de nuestra vida, nuestras preguntas o nuestra Esperanza. Él es Dios hecho hombre, es el Salvador del mundo, con él todo se hace posible.
Proximidad que genera una amistad con Dios, es decir un amor compartido, recibido y dado, la alegría de una presencia recíproca, la sencillez de un silencio, la acción de gracias o la alabanza. Estos simples actos permiten que una proximidad así descubierta se transforme en un encuentro y una verdadera amistad. Por eso Dios vino entre nosotros. Él espera impaciente nuestra mirada, nuestra oración, nuestro amor… La Navidad es, por tanto, una verdadera historia de amor entre Dios y cada uno de nosotros, y luego entre todos los que nos ponemos en su escuela.
Feliz y feliz Navidad a todos; ¡Que la cercanía de Dios sea nuestra alegría!
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