Capón, pavo, pintada… Las aves de corral son las protagonistas de las mesas navideñas de fin de año. Los gourmets bretones sin duda innovarán eligiendo el pollo al cucú de Rennes, de carne firme y delicioso sabor aclamado por los chefs. Esta especie antigua y rústica, proclamada la mejor raza francesa en el concurso agrícola de 1903, casi había desaparecido en los años cincuenta y sesenta.
En aquella época había que producir mucho y rápido. Sin embargo, la bonita gallina cuco de plumaje gris, blanco y azulado necesitaba tiempo para crecer. La raza debe su conservación al Museo de Rennes (Ille y Vilaine), que encontró los últimos ejemplares a finales de los años 1980 y reunió una pequeña red de criadores para aumentar la manada.
Actualmente son ocho las que producen esta gallina de lujo criada al aire libre durante 130 días (frente a los 84 de Label Rouge). Si la historia es bella, corre el riesgo de terminar mal. La Asociación de Productores de Cuco de Rennes (APCR) hace sonar la alarma.
“Producimos unas 15.000 aves al año, pero atravesamos grandes dificultades financieras”, advierte Olivier Renault, el presidente. En 2018, la asociación invirtió 50.000 euros en un criadero de pollitos, pero el Covid, y luego el aumento del precio de los cereales vinculado a la guerra en Ucrania, deterioraron repentinamente la situación económica, oscurecida aún más por las epidemias de gripe aviar.
“Durante varios meses no pudimos sacar ningún polluelo del criadero, por lo que no había pollos”, explica Olivier Renault. Para cubrir sus deudas, la asociación lanzó una recaudación de fondos en línea para salvar el pellejo de los criadores y de esta microindustria. La única solución para preservar el patrimonio genético del cuco de Rennes.
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