(AFP) – David Coquille recorre en bicicleta Marsella, la segunda ciudad más grande de Francia. Luego, meticulosamente, publica fotos en la red social.
“Una vez mi pie pasó por un escalón. Detrás de estas fachadas, a veces, descubres escaleras sostenidas por puntales, edificios que ya deberían haber estado en peligro. Un día acabé trayendo chinches a la cama de casa”, cuenta este periodista de La Marsellesa, el diario histórico de la ciudad mediterránea fundado en 1943 por el Partido Comunista.
“Hace un trabajo fantástico al ver todas las órdenes de peligro, poniéndolas en un mapa con la fecha, toda esta información… Es una base de datos extraordinaria”, comenta el arquitecto Thierry Durousseau.
Para el periodista, como para muchos otros marselleses, el proceso que se celebra actualmente en torno a los derrumbes de edificios cerca del Puerto Viejo de Marsella, en la calle Aubagne, que dejaron ocho muertos en 2018, es “un juicio para la Historia”, como La Marsellesa lo tituló.
“Un día me contactó una señora. Había alquilado un Airbnb con su nieto cerca de la Ópera, escaleras con accesorios por todas partes”, recuerda el hombre conocido como @DavidLaMars en X. “Le pregunto la dirección. Miro nuestras listas y le digo: +pero señora, este edificio está en grave e inminente peligro, es decir, está prohibida su ocupación.
– Inacción política –
El caso terminará en los tribunales. Por este peligroso edificio habían pasado unos 2.300 viajeros. El propietario, un albañil de unos sesenta años, fue condenado en 2021 a un año de prisión condicional y a la prohibición de comprar una propiedad con vistas a alquilarla durante cinco años.
“Nos ayudaron personas dentro del sistema, personas dentro de organizaciones públicas que vienen a decirte: + ¿has visto ese nombre + para verificarlo?”, explica David Coquille.
Detrás de estas denuncias también está activa una red de residentes que se han convertido en activistas, por la fuerza de las circunstancias, frente a décadas de inacción política, en una ciudad que alberga unos 40.000 barrios marginales. Nordine Abouakil, una de las fundadoras de la asociación Un centro de ciudad para todos, es una de las figuras históricas de esta lucha.
Estaba “dolido” pero “no sorprendido” por el drama de la rue d’Aubagne. Así, poco después llegó a la redacción con una bolsa de la compra llena de documentos recogidos a lo largo de los años por el servicio hipotecario y una misión: establecer lo que pertenecía al ayuntamiento, entonces dirigido por Jean-Claude Gaudin (derecha), o sus satélites.
Porque en la calle Aubagne, de los dos edificios contiguos que se derrumbaron simultáneamente, uno era de copropiedad privada, pero el otro, deshabitado y en ruinas, pertenecía al propietario social de la ciudad, Marseille Habitat, hoy en el muelle. .
– “Salud pública” –
“Dejamos el edificio abandonado porque no queremos que lo vuelva a ocupar la misma población pobre”, “el único miedo son los okupas”, suspira Nordine Abouakil.
Se creó entonces una especie de consorcio, sin precedentes en la prensa local, liderado por La Marsellesa, el periódico local Marsactu y los sitios de investigación nacionales Mediapart y Le Ravi, un periódico satírico local desaparecido desde entonces. Objetivo: analizar cerca de 5.500 transacciones.
Publicaron una encuesta a finales de 2019, llamada “La gran vacante”, que identificó unos 70 edificios abandonados.
“El ayuntamiento había perdido completamente de vista su patrimonio”, explica Benoît Gilles, coeditor jefe de Marsactu. En 2016, denunció el estado de deterioro del número 63 de la calle Aubagne y el diario Libération le dedicó un retrato, elogiando su trabajo en materia de “salud público”.
Seis años después, después de más de 600 artículos sobre la infravivienda, “estamos haciendo un balance” del nuevo municipio de izquierda que la ha convertido en una prioridad, explica.
Pero ante esta lucha interminable aparece una forma de cansancio.
“Nosotros, los activistas, no estamos obligados a hacerlo todo. Hacemos nuestra contribución, y fue sustancial. Pero el resto corresponde a los políticos hacerse cargo. Y corresponde al sistema judicial condenar”, afirmó Nordine Abouakil.
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