No hay duda de que los contribuyentes participarán de los enormes esfuerzos presupuestarios de nuestros distintos niveles de poder, ya sea a nivel municipal, provincial, regional o federal. Los belgas lo saben. Pero ya no aceptan el despilfarro de fondos públicos. Ya lo hemos escrito, pero repitámoslo sin dudarlo e incansablemente: ¡ahogarse en deudas y vivir en uno de los Estados europeos con más impuestos no puede ser inevitable!
Los distintos escándalos, como los complementos ilegales a las pensiones de los parlamentarios federales o los casos en los que prima el interés propio, deben convencernos a todos de que es posible otra forma de gestionar el dinero público. Todos estos gastos son en última instancia responsabilidad de los contribuyentes. Por tanto, deben estar justificados, eficaces y controlados. El Tribunal de Cuentas critica la debilidad de estos controles por parte del Parlamento valón. El autocontrol y el “controlado por el controlador” nunca serán aceptables. La nueva mayoría debe revisar a fondo estos mecanismos de control. El deseo de la coalición MR-Les Engagés de aumentar la tasa de empleo y reformar la fiscalidad debe ir de la mano de reformas estructurales en el funcionamiento de las instituciones. Si los hogares belgas y las empresas privadas revisan periódicamente su “estilo de vida”, no hay razón para que el Estado no sea capaz de hacer lo mismo…
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