Está instalado en su granja de Lopérec, en los Monts d’Arrée, desde hace 40 años. Gilles Morvan es responsable del sector ovino de la FDSEA Finistère y también miembro del comité departamental sobre los lobos. Y desde hace varios años, toda su vida cotidiana como criador ha tenido que reorganizarse para adaptarse al depredador. “Tenía 1700 ovejas, hoy tengo 500 menos, tuve que reducir mi rebaño por culpa del lobo, dependiendo de la capacidad de mis edificios para albergarlas en determinados momentos.“, dice Gilles Morvan.
Cinco ganaderos del Finisterre subvencionados para obtener patous
Hace unos días tuvo lugar la reunión semestral del comité del lobo de Finisterre. Se han tomado nuevas medidas: la implementación de análisis experimentales de saliva para comprender mejor el origen de los ataques a animales domésticos. Pero también la creación de subvenciones para cinco ganaderos del Finisterre con el fin de obtener perros pastores patosos para proteger los rebaños.
Gilles Morvan había tomado la iniciativa: ya hace dos años que Chip y Dale, dos patosos con batas blancas, cuidan de su rebaño. “Nacieron la primera semana después de mi primer ataque de lobo, sabiendo que son animales que tardan dos años en ser efectivos. No esperé las ayudas públicas y la posibilidad de cofinanciación de Patous. Los compré la primera semana que nacieron, que es la primera semana del 2022″, recuerda el criador.
¡Ya no trabajo como trabajaba antes de que llegara el lobo!
Patous, vallas y barreras
Su explotación forma parte del círculo 1, según lo previsto en el Plan Lobo, es decir, una zona donde se ha “comprobado” un ataque de lobo. Y si desde el 15 de enero no ha habido ningún ataque a su rebaño, los patous probablemente no tengan nada que ver según el criador. “Este verano, uno de ellos regresó con el hocico completamente desgarrado. Claramente se enfrentaba a un animal al menos de igual fuerza. Sabemos que no es el otro patou ya que se lesionó la pierna y estaba enyesado. Lo que me hace pensar que fue una pelea entre perros y lobos es que el otro perro no estaba operativo”. explica Gilles Morvan.
Además de los dos perros protectores, el criador también está instalando nueve kilómetros de vallado alrededor de su granja e incluso ha pensado en instalar un sistema de barrera en la orilla del río vecino. “Ya no trabajo para nada como trabajaba antes de que llegara el lobo“, admite. En cuanto a sus colegas que prefieren obtener autorizaciones para matar a un lobo que ataca a su rebaño, Gilles Morvan los comprende, pero no cree en la sostenibilidad de la solución, especialmente si la población de lobos aumenta.Es dar un paso atrás para saltar mejor.“, resume.”Tenemos que adaptarnos.“
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