Un movimiento exprés. El 30 de octubre, una treintena de inmigrantes tuvieron que abandonar la antigua clínica Buissonnets en Lisieux. La solución alternativa la encontró el colectivo Solidarité exilés Lisieux a pocos kilómetros de distancia: Cambremer, un pueblo de 1.300 habitantes. Y más concretamente su antigua residencia de ancianos, que está desocupada desde principios de año. “Descubrí esta okupación a través de la prensa y noté el traslado”, recuerda Sylvie Feremans, la alcaldesa. Nos centramos en los niños, que fueron a la escuela desde el 5 de noviembre. »
En la antigua casa de retiro varios de ellos están tocando y siendo escuchados este miércoles 20 de noviembre. Representan una parte importante de este grupo, formado por familias de África Central y Occidental, Albania y Bangladesh, en situación irregular. “Nuestra solicitud de asilo fue rechazada a principios de año, a pesar de los peligros que pesan sobre nosotros en nuestro país, especialmente en el trato a los niños”, afirmó la hija de esta familia del sur de Asia, refiriéndose en particular a su hermana discapacitada. “Se trata de personas que abandonaron su país esencialmente por motivos políticos, habiendo expresado su oposición a las autoridades vigentes. Pero el Estado francés no considera que corran peligro si regresan a casa”, lamenta Marie-Andrée, miembro del colectivo.
En Cambremer, los 35 inmigrantes disponen de habitaciones individuales, agrupadas por familias. Se codean en las amplias salas colectivas. En el corazón de los valles del País de Auge, encontraron “la calma, la naturaleza, con todos estos árboles y este aire fresco”, sonríe un padre. Este último, implicado en la vida parroquial allá donde va, se ha acercado ya a la del pueblo. “El sacerdote nos presentó. Recibimos una buena bienvenida. Mi hijo asiste a misa. » Y añadió, respecto a su rebaño: “en el colegio van bien las cosas, es un alivio”. “Los niños están bien integrados”, confirma el panadero del pueblo, que se reúne con algunos padres cerca de la escuela. Entre niños no hay juicio. Son más abiertos que los adultos. »
La implicación se refiere al clima en Cambremer desde que se estableció la okupación. “Tenemos pros y contras. Es el principio, así que va bien, pero habrá que ver cómo avanza si dura”, confía un vecino. Poco después de mudarse, Sylvie Feremans convocó un consejo municipal al que asistieron varias decenas de vecinos. “Queríamos informar y permitir que la gente hiciera sus preguntas. Deben arreglar las cosas, dice el concejal. Sí hay violación de propiedad pero no le corresponde al municipio gestionar eso. Y durante este tiempo, estos inmigrantes deben ser acogidos con humanidad y el pueblo debe vivir en paz. » Si los lugareños son amigables o incluso acuden en su ayuda, como la panadería que ofrece los productos no vendidos, se escuchan palabras hostiles e incluso racistas.
En la antigua residencia de ancianos, los ocupantes parecen estar protegidos de esta división y se concentran principalmente en preparar la batalla legal junto al colectivo. Porque los copropietarios del solar han presentado un recurso de desalojo. “Reunimos todos los documentos, armamos el expediente. Hay muchos niños, eso puede jugar a su favor”, afirman las asociaciones que esperan que la okupación pueda durar al menos todo el invierno. No se ha comunicado ninguna fecha de audiencia en este momento. “Es una situación un poco estresante pero tenemos ayuda. Estamos acostumbrados a los procedimientos, tenemos que vivir con ellos”, desliza el padre africano. Algunos reformularán las solicitudes de asilo. Hasta entonces, “cada día, cada semana aquí vale la pena”, proclaman todos, conscientes de una situación límite, donde las alternativas son prácticamente inexistentes. El ayuntamiento prevé una reunión pública para apaciguar e intentar “establecer un intercambio entre dos mundos que no se conocen”.
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