Menos de un año después de la decimotercera pensión de la AVS, este no a las autopistas es otra victoria rotunda de la izquierda. Sin lugar a dudas. Pero el deseo del bando rosa-verde de dar prioridad al transporte público no explica la negativa de muchos cantones más conservadores, como Glarus, Obwalden, Graubünden o incluso Valais, que al mismo tiempo rechazaron su ley climática cantonal. Estas regiones alpinas están tradicionalmente ligadas al coche y a la movilidad individual. Ciertamente existe un reflejo de desgana en un mundo incierto, el de rechazar una inversión que sólo beneficia a otros. Pero no sólo eso. El no a las autopistas es también el de una Suiza que tiene miedo de crecer.
Si los debates se centraron principalmente en el tráfico inducido y la influencia sobre las tierras agrícolas, los debates revelaron, en el fondo, la imagen de un país preocupado por su propio crecimiento. “Muchos de ellos nos dijeron que era necesario no gastar miles de millones para adaptar las infraestructuras al aumento de la población, sino limitarlo”, confirma el tesino Fabio Regazzi, jefe de la USAM, la organización coordinadora de las PYME que la campaña del sí.
El Consejo Federal y las autoridades deben tomar en serio esta señal, mientras nos preparamos para votar, en 2026 o 2027, la iniciativa de la UDC “No a la Suiza de los diez millones”. Hace exactamente 10 años, el 30 de noviembre de 2014, el 74% de la población rechazó la iniciativa Ecopop “Alto a la superpoblación – Sí a la preservación sostenible de los recursos naturales”. Hoy en día, entre el miedo a la migración para algunos y la tentación de declive para otros, el resultado podría ser bastante diferente.
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