Estaba destinado a la carpintería. Pero en aquella época, en los años 90, no había muchos puestos de trabajo disponibles. Entonces, cuando su madre le anunció un concurso para convertirse en guardia rural en su pueblo, se dijo por qué no. “La guardia rural es un facilitador, un mediador que entra en contacto con la población”. Con el tiempo, descubre una pasión, “¡una verdadera vocación! No es un amor a primera vista, es algo que llegó con el tiempo”.
Pero la profesión, nacida después de la Revolución, todavía adolece de clichés. “Tenemos en mente al guardia rural que hace anuncios con el tambor, las cosas han cambiado mucho”. El guardabosques rural tiene habilidades en unas 150 áreas y va mucho más allá de la caza y la pesca. También actúa, por ejemplo, como policía medioambiental. Es la policía rural. Y hay que ver a Thierry, con gorra en la cabeza, paseando por el centro de Val-Couesnon. No conoce a todos, pero todos lo reconocen. El único inconveniente de su papel: “Odio cuando los padres les dicen a sus hijos: tengan cuidado. Si son traviesos, llamaré a la guardia rural. ¡No soy un atormentador de niños!”
Thierry, que también es tesorero de la Federación Nacional de Guardias Rurales, dice hoy que está orgulloso de servir a su territorio. Pero más aún sobre la profesión y su importancia en las zonas rurales. Sin embargo, adolece de falta de candidatos. “¿No hay suficientes candidatos o no hay suficiente competencia?” se pregunta. “Es la serpiente que se muerde la cola”.
La federación nacional de guardias rurales es aquí.
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