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La diáspora de ultramar se manifiesta en París contra el alto coste de la vida

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“¡Un yen pou yo!” (No queda nada para darles, en criollo): algunos miles de personas de la diáspora en el extranjero, vestidas de rojo, se manifestaron el domingo por la tarde contra el alto coste de la vida en el extranjero, constataron periodistas de la AFP.

En un ambiente festivo, a pesar de la ira palpable, los manifestantes se reunieron en la plaza Denfert-Rochereau, a instancias de asociaciones antillanas y canacas, para movilizar al Ministerio de los Territorios de Ultramar.

En las pancartas de la cabecera se podía leer “Monopolio criminal”, “Békés insaciable”, “Rèspektém nous”. “¡No al alto costo de la vida!”, coreaba la multitud, mientras las banderas martiniqueñas, guadalupeñas y canacas ondeaban al viento.

“Tenemos la impresión de que la situación en los Territorios de Ultramar no concierne a los franceses de Francia. Esta manifestación tiene como objetivo hacer ruido y dar a conocer la situación a otros franceses”, explicó a la AFP Louis-Louis, vicepresidente. -presidente de la asociación Ultramarins Doubout (de pie, en criollo), organizadora del evento.

“Pedimos continuidad territorial. (…) Hay que alinear los precios”, prosiguió, esperando “que haya un punto de inflexión con este encuentro”.

En la procesión, Corry Diomar, de 31 años, padre de cuatro hijos y con familia en las Indias Occidentales, no se ofende: “La mayoría de la gente en Francia continental no sabe que en casa pagamos el doble para comer. Los niños de allí no ¡Tengo el privilegio de comerlo! El coste de la vida “ha empeorado en los últimos años”, insiste. “¡Un carrito de compra en Carrefour, aquí pagamos el doble o incluso el triple!”

La misma situación en Nueva Caledonia, señala Céleste, trabajadora social de 32 años, miembro de un colectivo canaco y que tiene familiares en el Caillou. “Allí todo es más caro”, testifica. “La gente está luchando por alimentarse, cuidarse y educarse adecuadamente”. Y “en la ciudad es más complicado porque hay que pagar por todo, no tenemos cultivo para alimentos”, según ella.

“Se están enriqueciendo a costa nuestra”, se queja Sandrine Rosette, de 42 años, gerente de una empresa con familia en Martinica, refiriéndose en particular a la distribución masiva.

También participó en la manifestación un personaje del movimiento contra el alto coste de la vida en Martinica, llegado la víspera a París, Rodrigue Petitot, jefe de la manifestación para la protección de los pueblos y recursos afrocaribeños (RPPRAC). Para él, era “importante mostrar a la diáspora que vemos la lucha que están librando aquí para apoyar nuestra lucha allí”.

“Nos dijeron que Francia es una e indivisible, que tenemos derecho a movernos, así que para comer debe ser lo mismo”, dijo.


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