En Narbona, lleno para el documental sobre Cédric Rosalen, una figura del rugby que murió demasiado pronto

En Narbona, lleno para el documental sobre Cédric Rosalen, una figura del rugby que murió demasiado pronto
En Narbona, lleno para el documental sobre Cédric Rosalen, una figura del rugby que murió demasiado pronto
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Desde el pequeño campo de rugby de Ouveillan, su pueblo natal, hasta el de Saint-André de Roquelongue, su último puesto como entrenador del “Corbières XV que nunca pierde”, aquí se recorre el camino íntimo de Cédric Rosalen en “Rose” , largometraje cuya primera proyección se agotó en Narbona. A sus 43 años, este virtuoso del juego del XV, fallecido el 9 de enero, se convirtió en un auténtico mito en las horas siguientes a su muerte.

Fue como una ola que rompió dos días después de su funeral, abrumando de emoción a su pueblo de Ouveillan con más de 2.000 personas en la inundación. “Era un ser solar. Allá donde iba sembraba luz con su sonrisa, su alegría de vivir y de jugar. Por eso su desaparición causó una profunda conmoción en tanta gente”, explica Juliens Candelon, “hermano de juego” de Cédric en el RC Narbonne, entonces en Perpignan.

“Quería mostrar la belleza, la belleza del alma”

Julien es el narrador, el guía, en el país íntimo de este número 10 excepcional, tanto en el terreno como en la vida, en el campo si es posible con sus amigos, en Gruissan, por supuesto, donde transformó los miércoles de los escolares del pequeño pueblo en deportes y Secuencias de aventuras en el macizo de la Clape.

“No hice una película para enumerar el historial de Cédric, ni siquiera para explicar cómo uno llega a ser un atleta de alto nivel y un jugador de rugby excepcional. Más que la melancolía de su desaparición, quería mostrar la belleza, la belleza del alma”, explica Etienne García, autor y director de este magistral largometraje, financiado mediante suscripción popular.

Este documental se proyectará en pequeñas ciudades o pueblos del Aude a partir del próximo mes de febrero y, posteriormente, más ampliamente en Occitania y en las ciudades o pueblos donde Cédric Rosalen dejó su huella después de Narbona. Perpiñán, por supuesto, pero también Montauban, Carcasona, Valence…

Mucho después de que el piano se callara sobre el escenario de la gran sala roja del Teatro Nacional de Narbona, los espectadores permanecieron en silencio ante una larga ovación. En el vestíbulo, los miembros de la familia de Cédric, en particular sus ahijados, exhibieron una pequeña pancarta muy discreta. En sus rostros se podía encontrar un poco de la sonrisa de Cédric. Inalterable.

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