Al igual que Ámsterdam, Bruselas, Melbourne o Wellington, la capital de los Alpes franceses ha tomado prestada esta metodología para medir su huella ecológica y su progreso social en un donut circular, popular en los informes de impacto de comunidades y de determinadas empresas.
Según la teoría propuesta por el Donut Economics Action Lab, un grupo de expertos fundado por Kate Raworth, una economía sostenible debe ubicarse en un anillo que simboliza un “espacio seguro y justo para la humanidad”. Para ello, esta economía sostenible debe satisfacer las necesidades esenciales de su población y al mismo tiempo contener la superación de los límites planetarios, umbrales ecológicos cuyo cruce aumenta el riesgo de desestabilizar el medio ambiente planetario de manera irreversible.
« Retrato de donut ». “El donut es una brújula para proyectarse hacia el futuro teniendo en cuenta las cuestiones actuales”, resume Nathalie Le Meur, responsable del proyecto donut de la ciudad de Grenoble. La Sra. Le Meur realizó un “retrato en forma de dona” de Grenoble, prefectura de Isère, que destaca las áreas donde la ciudad debe progresar para lograr sus objetivos climáticos y de justicia social.
En el “agujero” de la dona, que mide las necesidades sociales, Grenoble puede obtener mejores resultados en términos de participación en las votaciones, apoyo a las personas mayores o éxito académico. En la vertiente externa del donut, la recogida de residuos, las emisiones de gases de efecto invernadero o la biodiversidad aparecen como principales vías de mejora en el registro ambiental.
“La acogida fue muy buena por parte de los funcionarios electos, aunque el diagnóstico es bastante negativo”, señala Le Meur, que ha utilizado su gráfico como herramienta de análisis de impacto y de toma de decisiones para el arbitraje político entre los proyectos de inversión de Grenoble.
“Ayúdanos”. Unos kilómetros más al oeste, la comunidad de municipios de Valence-Romans Agglo también utilizó el donut como herramienta para analizar una quincena de proyectos incluidos en su plan de inversiones plurianual.
Al otro lado del mundo, Wellington, la capital de Nueva Zelanda, está adoptando un enfoque similar. “No teníamos un marco estratégico coherente para equilibrar los objetivos de la ciudad con las inversiones que estábamos haciendo”, dijo Laurie Foon, teniente de alcalde de Wellington, durante un seminario web en noviembre con motivo de los días mundiales del donut. “Creo que el donut nos ayudará a definir qué es bueno”, añadió.
“Organizando la renuncia”. “A menudo hay proyectos votados hace algunos años, que son validados, pero que no han sido revisados en absoluto a la luz de los nuevos desafíos”, lamenta Camille Waintrop Boyon, responsable de las obras de Francia Ciudades Sostenibles. y Asociación de Territorios. Detrás del donut, “existe, por tanto, la idea de organizar la renuncia a proyectos que ya no son compatibles con los límites físicos de habitabilidad del territorio y que no responden necesariamente a las primeras necesidades esenciales de la población”, continúa. .
La decisión de la prefectura de los Alpes Marítimos este verano de denegar solicitudes de permisos de construcción en caso de riesgo de escasez de agua, después de medidas similares adoptadas por varios concejales de la ciudad de Var, es un ejemplo de ello. “Si no queremos que se nos impongan límites, tenemos que anticiparnos”, concluye Waintrop Boyon.
Luca MATTEUCCI
© Agencia France-Presse