Entonces, ¿una señorita de 34 años? Es exactamente como perder los 18. Las dudas, las esperanzas. La luz, las sombras. Infantilidad, madurez. La señorita Martinica lo tira. Esta azafata de pelo corto desprende una clase risueña y tranquilizadora. A veces parece nerviosa, como justo antes de la foto oficial en traje de baño de las treinta candidatas a Miss Francia, en el paradisíaco jardín de un hotel de revistas de moda, al borde de la laguna “Sublime” – adjetivo oficial del Ministerio de Turismo – Marfil Costa, donde se preparaban las Misses. Quizás se dijo a sí misma que, frente a ciertas jóvenes que apenas habían alcanzado la mayoría de edad y estaban tan seguras de sí mismas, Angélique Angarni-Filopon estaba apostando fuerte en estas elecciones. El primero en superar los treinta años, en toda la historia de la competición, y desde el cambio de reglas hace dos años.
“Sigo siendo una niña eterna”, nos dijo en Abiyán la azafata de vuelo, que a su edad se tomó un tiempo libre para vivir esta extraordinaria aventura. Un niño herido: “Nunca he sido la más bella. Incluso las menos bellas. Tenía frenillos, mis dientes estaban muy adelantados y crecí tanto en sexto grado que no había pantalones de mi talla. Tuve amigos hasta muy tarde”, dice pensativamente. Más recientemente, una separación romántica la sumió en una depresión. Lo que la vida nos hace. La ferocidad de los enlaces. Angélique se negó a ceder. La Franciliana se fue a Martinica, donde no creció, pero donde viven todos sus abuelos, escenario de tantas maravillosas vacaciones. ¿Qué pasaría si ella no volviera a casa esta vez?
Regreso al país, a las raíces, al sol. Ya se había presentado, hace trece años, a la elección de Miss Martinica. Delfina. Trece años para ganar. “Ahora es realmente el deseo de una mujer”. Para mostrarte. Una historia familiar también, con una madre que sobrevivió al cáncer de mama y a la que vio sufrir en sus carnes, afectada en lo que pasa por lo más femenino. Señorita, una escuela de “belleza” ciertamente como dicen todos, pero también de perseverancia y resiliencia, esa palabra tan común.
En una sociedad que nos clasifica desde la escuela primaria hasta las evaluaciones profesionales, esta palabra también dice que podemos estar alegres, sentirnos bellas, sea cual sea nuestra nota o nuestro ranking en el grupo de los 30, luego el 15, el 5, hasta el elegido. Hay mucha hermandad de mujeres, otra palabra de moda, en esta escuela de Miss donde todos se mantienen unidos. “Tengo mucho que aprender, incluso de los más pequeños”, afirma Angélique. La hermana mayor bien podría tocar el corazón de las francesas. Y demuestra que a los 34 años tienes derecho a seguir siendo una princesa.