METROBloch encarna un modelo de intelectual que no ha tenido muchos sucesores hasta hoy porque aplica a sí mismo las críticas que los intelectuales generalmente reservan para los demás. En La extraña derrotatexto escrito in situ durante el verano de 1940 para explicar los motivos del colapso del IIImi República, escribe: “Pertenezco a una generación con la conciencia culpable. » Luego, evocando al pueblo francés, cuestiona : “¿Qué hemos hecho para brindarle el mínimo de información clara y confiable, sin la cual no es posible una conducta racional? Nada en verdad (…). Preferimos confinarnos en la temible tranquilidad de nuestros talleres. Que nuestros cadetes nos perdonen la sangre que tenemos en las manos. »
Hay que tener en cuenta el sentimiento de culpa que Marc Bloch sintió el día después de la derrota de junio de 1940 para comprender los motivos que le empujaron a escribir – entre 1941 y 1943 – las páginas publicadas tras su muerte bajo el título Apología de la historia o del oficio de historiador. El objetivo principal de este libro es llenar un vacío del que se siente en parte responsable, proporcionando a los ciudadanos franceses “el mínimo de información clara y fiable” sobre lo que es la historia, entendida como disciplina científica. “Entonces, corresponde al lector decidir si vale la pena ejercer esta profesión”añade.
Esta preocupación por la justificación explica por qué la obra comienza con una pregunta formulada por un niño (su propio hijo): “Papá, cuéntame de qué se trata la historia. » Después de algunas indicaciones que resumen lo que llamamos “método histórico”, Marc Bloch insiste en dos puntos esenciales que distinguen a la ciencia histórica de otros discursos sobre el pasado. El primero se refiere a la “historia del problema” que ayudó a desarrollar con Lucien Febvre en el analesla revista fundada en 1929. Para explicar el pasado, el historiador debe desarrollar sus propias preguntas, y éstas no pueden confundirse con las del periodista o el activista político. El segundo punto en el que insiste Marc Bloch se refiere a la diferencia entre explicación científica y juicio de valor. Durante demasiado tiempo, escribe, “el historiador ha pasado por una especie de juez del inframundo, encargado de repartir elogios o reproches a los héroes muertos”. En un momento en que la Revolución Francesa sigue siendo el centro de las controversias sobre la memoria, deplora el lugar que ocupan estos juicios de valor en el debate público. “A las acusaciones vacías les siguen tantas rehabilitaciones vanas. Robespierristas, anti-Robespierristas, os clamamos piedad: por piedad, decidnos quién era Robespierre. »
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