En Alto Vienne, el proyecto de una granja industrial en Peyrilhac, destinada a albergar 3.100 cabezas de ganado, es controvertido. Este proyecto plantea preocupaciones ambientales, sociales y económicas, e ilustra una tendencia preocupante en la agricultura francesa: la industrialización excesiva para responder a la mayor competencia global. A esto se suma la amenaza del acuerdo de libre comercio UE-Mercosur, que corre el riesgo de aumentar la presión sobre los ya debilitados productores franceses.
Un proyecto controvertido en Peyrilhac: la granja de 3.000 vacas
Dirigida por la empresa T’Rhéa, filial del grupo Carnivor, esta granja industrial importará materias primas para alimentar al ganado confinado en edificios y exportar la carne a los mercados del sur de Europa. Con sólo ocho puestos de trabajo previstos para 600 hectáreas movilizadas, este modelo plantea la cuestión de su utilidad local, sobre todo porque los beneficios medioambientales y económicos para la región siguen siendo limitados.
Algunos vecinos y algunas asociaciones locales rechazan este proyecto y denuncian una agricultura desconectada de la tierra. Si bien Alto Vienne es históricamente una región de praderas y ganadería extensiva, este proyecto marca un punto de inflexión hacia la producción en superficie, más cercana a las megagranjas brasileñas que al modelo agrícola tradicional francés.
El caso de la granja de Peyrilhac ilustra los excesos de una agricultura cada vez más industrializada. En los últimos 20 años, el tamaño de las explotaciones agrícolas francesas se ha duplicado, sin mejorar los ingresos de los agricultores. En Alto Vienne, este fenómeno provocó la desaparición de 1.000 equivalentes a tiempo completo. Este modelo parece muy alejado de las promesas de una agricultura sostenible, centrada en la calidad y la proximidad.
Acuerdo UE-Mercosur: una amenaza para la agricultura y el medio ambiente franceses
Si bien el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay) suscita una fuerte oposición en Francia, los debates ponen de relieve importantes cuestiones relacionadas con la agricultura, la soberanía alimentaria y el medio ambiente. Este acuerdo, que facilitaría la importación de carne de vacuno y otros productos agrícolas, hace temer que tenga consecuencias económicas y ecológicas desastrosas.
99.000 toneladas de carne vacuna importada: un peligro para el mercado europeo
El acuerdo Mercosur permitiría la importación de 99.000 toneladas de carne de vacuno cada año con aranceles aduaneros reducidos, según la Comisión Europea. Este volumen, aunque sólo representa el 1,2% del consumo europeo, corre el riesgo de desestabilizar los precios del mercado. Los solomillos, las partes nobles de la carne de vacuno, se importarían principalmente a precios bajos, lo que ejercería una presión a la baja sobre los precios pagados a los criadores europeos.
Los expertos estiman que la cuota de solomillo sudamericano en el mercado europeo podría aumentar del 12% al 24%. Este fenómeno debilitaría aún más a las explotaciones agrícolas francesas que ya se encuentran en dificultades.
Granjas francesas amenazadas de cierre
La Coordinación Rural afirma que la adopción de este acuerdo podría provocar el cierre de 4.000 explotaciones agrícolas en Francia. Si esta estimación sigue siendo cuestionada, el riesgo para los agricultores es real. Ante la competencia internacional, los agricultores franceses se verían obligados a intensificar su producción, lo que provocaría la industrialización de la agricultura y el desalojo de muchas pequeñas explotaciones.
Esta evolución amenaza un modelo agrícola ya debilitado, a medida que la mitad de los agricultores franceses se acerca a la edad de jubilación. El censo del INSEE muestra que el número de explotaciones agrícolas en Francia ha disminuido en 100.000 en diez años, lo que refleja una crisis estructural.
Prácticas prohibidas en Europa, permitidas en el Mercosur
Uno de los argumentos centrales de los opositores al acuerdo radica en las prácticas agrícolas de los países del Mercosur. La cría allí se basa a menudo en el uso de hormonas de crecimiento y pesticidas prohibidos en Europa, lo que pone en peligro la salud de los consumidores. Un informe de la Comisión Europea destaca que Brasil no garantiza la ausencia de hormonas cancerígenas en su producción de carne. Además, se destaca el uso masivo de pesticidas en Brasil: un tercio de las sustancias activas autorizadas en estos productos están prohibidas en la UE. Estas prácticas no sólo plantean problemas de salud pública, sino que también amplifican la competencia desleal entre los agricultores europeos y sudamericanos.
Aunque Francia ha expresado su oposición al acuerdo, su capacidad para bloquearlo sigue siendo limitada. Aunque la adopción del tratado requeriría el acuerdo de los 27 estados miembros en su versión completa, una división en cuestiones comerciales podría permitir la ratificación por mayoría calificada, debilitando el peso del veto francés.
El acuerdo UE-Mercosur encarna un modelo económico en el que la agricultura se sacrifica en el altar del comercio internacional. Ante esta amenaza, los agricultores franceses exigen medidas concretas para proteger su profesión, preservar el medio ambiente y garantizar una alimentación de calidad. La movilización contra este tratado continúa creciendo, lo que ilustra la urgencia de repensar las políticas agrícolas europeas.
Frente a la amenaza del Mercosur y los abusos agrícolas, Francia se encuentra en un punto de inflexión. Apoyar a las pequeñas explotaciones agrícolas, favorecer la producción local y sostenible y resistir una industrialización excesiva son cuestiones cruciales. La granja de 3.000 vacas en Alto Vienne no es sólo un proyecto local: es el símbolo de los desafíos que enfrenta la agricultura francesa. Es una llamada de atención para repensar un modelo agrícola en crisis, antes de que sea demasiado tarde.
Ilustración: wikipedia (cc)
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