Par
Julia Gualtieri
Publicado el
25 de noviembre de 2024 a las 5:45 p.m.
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Es ella, es un poco como la casa de un gato. Hace dos años, cuando Fanny vio en Facebook a Inca, un bonito gatito ofrecido en adopción por la asociación Ani’Meaux, fue amor a primera vista. Así se convirtió ella familia anfitriona para gatos callejeros, hace dos años. Al hablar con la asociación, Fanny entendió lo importante que es este papel. “Les doy la bienvenida hasta que se recuperen y les encuentren una familia”, explica este cuarentón amante de los gatos y de los animales en general.
Pequeños felinos bien protegidos
Fanny tiene siete propios. En parte, se trata de gatos que le habían encomendado cuidar y que ella decidió adoptar. Víctor es el último. Pero sus dos hermanos, Vaillant y Victoria, que se encuentran en Lagny, siguen esperando en su casa.
Los compré cuando sólo tenían dos meses. Vaillant estaba muy enfermo. Tenía coriza, giardiasis… Lo cuidé, le di de comer y hoy mira que bonito está.
Desde que acabó la cuarentena, ahora que están atendidos, los hermanos pueden disfrutar de toda la casa. La madre, muy salvaje, fue tratada, esterilizada y liberada.
Gracias a su trabajo de teletrabajo, Fanny puede estar muy presente en casa y cuidar de sus pequeños. “Dependiendo del estado de los gatos, la asociación elige las familias. tengo tiempo. Quizás los casos más difíciles los he tenido con enfermedades muy específicas que a veces mataban a ciertos gatitos”, dice.
“En la calle algunos gatos viven en condiciones indescriptibles”
En dos años, acogió a unos quince gatos cuatro de los cuales murieron. “Siempre es difícil. Pero nos decimos que ahorramos más de lo que perdemos y que, aunque mueran, les hemos ofrecido unos días de respiro. En la calle, algunos gatos viven en condiciones indescriptibles. »
Para ser familia de acogida es necesario, sobre todo, disponer de una habitación para poder aislar a los últimos llegados. Una vez que se recuperen, Fanny también debe “educarlos”. “Es simplemente socializarlos, acariciarlos, estar presente, jugar con ellos…” En cuanto a la cohabitación Con sus propios gatos siempre ha ido todo bien. “Al llegar farfullan un poco, sino se aíslan y ya está. »
Un verdadero compromiso
Para ella no hay nada difícil excepto perder a algunos de ellos o verlos partir. “Los trato como si fueran míos, así que obviamente nos apegamos. Pero no puedo quedármelos todos y luego ir a familias buenas, informadas y preocupadas”, sonríe.
Desde su punto de vista, estos gatitos de la calle son igual de tierno o incluso másque los que estaban en una familia: “Los gatitos siempre son adorables. Y si es un adulto, en el peor de los casos, tendrás un gato miedoso, pero nunca agresivo. En mi opinión, es incluso mejor que los gatos donados. Conoces su viaje, su pasado… No ocultamos nada”.
En casa, toda la familia cuida de los gatitos, incluso sus hijos mayores y todos aceptan esta convivencia felina. “Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Es un compromiso real. Además, como algunas personas necesitan alimentos específicos debido a enfermedades pasadas, yo mismo compro las croquetas y es como una donación, deducible de impuestos. Pero sobre todo, cuando conozco las condiciones en las que viven, no me veo mirando desde mi ventana y sin hacer nada”, concluye.
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