Editorial sobre la Eurocopa: hace 30 años, el fútbol tocó a Suiza en el corazón

Editorial sobre la Eurocopa: hace 30 años, el fútbol tocó a Suiza en el corazón
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Hace 30 años, el fútbol tocó a Suiza en el corazón

Publicado hoy a las 9:05 a.m.

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Treinta años. Esto es lo que distingue a Suiza de su amor a primera vista por el fútbol. Aunque la memoria pueda ser selectiva, el corazón nunca olvida su primer amor. Porque hizo girar la emoción, porque hizo volar las certezas, porque después ya nada volvió a ser igual.

¿Antes? Era la nada. Una nación desunida, abrumada y derrotada. Después fue demasiado. Un país futbolístico orgulloso, unido y conquistador. Parece como si hubiera que vivir los lamentables treinta (sin clasificación para las fases finales entre 1966 y 1994) para disfrutar mejor de los gloriosos treinta (once clasificaciones entre 1994 y 2024).

En la encrucijada de estas dos eras, un hombre. Roy Hodgson. Icono improbable, levita anticuada pero ideas radicalmente modernas. Caído del cielo, a través de las nubes, que feliz augurio.

Suiza acababa de desgarrarse por su adhesión a Europa en cuatro idiomas, por lo que necesitaba un intérprete con un delicioso acento inglés, un unificador neutral y flemático, para conciliar todos sus ardores. Francófonos, alemanes, ticinos, montañeses y urbanos, bocazas o tacaños de palabra, constituyen la matriz de este equipo que ha ignorado las divisiones para pavonearse por el mundo en una ósmosis asombrosa.

Había más disonancia entre estos tipos de la que jamás habrá entre los yasseurs alemanes y los segundos balcánicos. Georges Bregy a la trompa alpina y Alain Sutter a la guitarra eléctrica. Adrian Knup al acordeón y Stéphane Chapuisat al triángulo. ¿Una cacofonía? Hodgson creó una sinfonía polifónica: no es necesario gritar el himno nacional para que suene real, ya lo era incluso entonces.

Desde esta epopeya hasta el Mundial de 1994, queda un mito fundacional. Detroit es el Grütli del fútbol. Este loco impulso que lleva a Suiza a las alturas desde hace tres décadas.

Treinta años. Volvemos a ver las imágenes, las que quedan, las que destacan. Volvemos a ver la película y todavía nos emociona, porque el corazón no ha olvidado nada. Las mariposas que retozan, las campanas que repican, los pelos que se mueven. Recordar esta emoción es la seguridad de no cansarse nunca.

Florian Müller Es periodista y responsable de sección en Sport-Center. Después de estudiar literatura en la Universidad de Ginebra, se unió a la redacción del grupo Tamedia en 2010.Mas información @FloMul

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