Estas reuniones de trabajo permitieron resaltar, una vez más, la fragilidad de la biodiversidad en nuestro planeta, biodiversidad a la que pertenecemos los humanos. También incluye las interacciones que ocurren entre animales, plantas, microorganismos y sus entornos de vida.
No se trata sólo de proclamar que debemos salvar algunas de las especies animales o vegetales más amenazadas, sino de recordar que la base de nuestra existencia la encontramos en la biodiversidad.
Entre los numerosos servicios que nos proporciona la naturaleza, recordemos la polinización que nos permite disponer de frutas y verduras, la mitigación de la erosión del suelo, el reciclaje de los residuos orgánicos, la depuración natural del agua, la producción de oxígeno en el aire, pero también el secuestro natural de carbono por los bosques, océanos, suelos y subsuelos.
Comemos, nos vestimos, nos cuidamos gracias a la biodiversidad. Por lo tanto, es aún más necesario resaltar los vínculos entre la actual crisis de biodiversidad y el cambio climático, ambos causados por las actividades humanas.
Por lo tanto, esta COP 16 habrá tenido el mérito de adoptar un texto que sitúa la biodiversidad y el cambio climático al mismo nivel y subraya su interdependencia.
¿Cómo se traduce esta interdependencia?
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