Qué sorprendente, o más bien predecible, es ver emerger una vez más el discurso ruinoso y raído del llamado gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y otros.
Su respuesta al discurso real del 6 de noviembre es sólo un refrito de la misma sopa indigesta que llevan décadas sirviendo: acusaciones infundadas, diatribas grandilocuentes y clichés gastados. ¿Qué hay de nuevo? Un reciclaje oportunista de la amenaza armada para emocionar al público.
La amenaza armada y el espejismo de Mahbès
En un reciente comunicado de prensa transmitido por la Agencia de Prensa Saharaui, la RASD no dejó de recordar su intención de recurrir a la lucha armada, como si esta abstención pudiera aún galvanizar su apoyo. El sábado pasado, en la región de Mahbès, este espacio desértico conocido por ser escenario de repetidas y ruidosas maniobras por parte de las milicias separatistas del Polisario, el eco de las gesticulación resonó sin otro efecto que el de alimentar las redes sociales de una Pocos rumores cuidadosamente mantenidos.
Pero, en el fondo, ¿quién cree todavía en este espectro resucitado cada vez que la RASD siente que su relevancia se derrite como la nieve al sol? Hubo un tiempo en que Argelia contaba con órganos de prensa que encarnaban una verdadera llama de independencia y resistencia. La época en que a los periódicos les gusta El Moudjahid este gran pato de la voz de la libertad antiguamente en Argelia, que se ha convertido en estos días en un trapo sucio.
Estos órganos, si todavía podemos atrevernos a llamarlos así, mostraron con orgullo su papel de heraldos de la libertad y de la verdad, que lamentablemente ya no existe. Hoy, esos mismos periódicos no son más que reliquias polvorientas, doblegadas a los deseos de los ancianos capos de Argel, transformados en tristes heraldos de un poder moribundo.
En un comunicado de prensa repetido hasta el cansancio, la RASD, a través de la voz de sus improvisados portavoces, ataca a Marruecos con una energía tan ruidosa como estéril. “Ilusión y engaño”, “expansión” y “rebelión” : términos elegidos para provocar escalofríos en los editores alineados detrás de las polvorientas oficinas de la Agencia. Pero ¿quién, fuera de este microcosmos cerrado, todavía le presta atención? La comunidad internacional, entidad invocada como último recurso, ya no se deja engañar por este concierto de agravios.
La prensa argelina: a la deriva de una pluma alguna vez venerada
Por su parte, publicaciones argelinas como El Moudjahid, El Watan… Los que alguna vez fueron verdaderos portavoces de los mártires, se han visto reducidos a ecos serviles de esta misma retórica. Reducidos hoy al papel de “trapos sucios”, estos periódicos acarician un régimen fosilizado, sin el menor deseo de atreverse a la más mínima desviación de la verdad. Artículo tras artículo, la prensa argelina reitera los mismos himnos, exaltando las virtudes imaginarias de un poder de capos que repite constantemente sus promesas vacías y sus compromisos ilusorios.
Lo más cómico sigue siendo la postura marcial que este pseudogobierno se enorgullece de adoptar, afirmando defender una “realidad inmutable” aunque la única prueba inmutable es el deseo de Marruecos de desarrollar y estabilizar sus provincias del sur. Mientras los corrales en el exilio se esfuerzan por despertar el espectro de una lucha armada, las regiones saharianas ven florecer infraestructuras, escuelas, consulados y centros culturales, haciendo que esta retórica bélica sea cada día un poco más anacrónica.
¿Y qué pasa con otros títulos que pueblan el panorama mediático argelino? Horizontes, El Massa, Ecourouk… cada uno compitiendo con tópicos y halagos en un concierto tan monótono como asfixiante. En este panorama, la disidencia no es más que un recuerdo nostálgico, aplastado por el puño de hierro de un sistema que se alimenta de la docilidad y el silencio de sus relevos mediáticos.
Al insistir en que la RASD es una “realidad inmutable”uno se pregunta hasta qué punto esta afirmación sirve más para tranquilizar a sus propios partidarios que para convencer a un público escéptico. Cada página de lo que queda de la prensa argelina es un homenaje paradójico a la derrota del espíritu crítico.
El régimen gerontócrata, aferrado a los restos de un poder vacilante, manipula estos apoyos con la delicadeza de un titiritero probado. Desde la portada hasta los editoriales, todo está calculado, distorsionado, pulido para que ninguna voz se eleve más allá del susurro de sumisión.
El pueblo argelino, que ha sacrificado tanto por su libertad, merece mucho más que un coro de periódicos complacientes, repitiendo sin cesar elegías al régimen vigente. La verdadera prensa, la que cuestiona, que resiste y que inspira, hoy parece enterrada bajo los escombros de lo que alguna vez fue un bastión de coraje y desafío.
Queda esperar que a la sombra de esta aparente derrota, una nueva generación de periodistas y pensadores se atreva a levantarse, rompiendo con la colusión y reinventando un espacio en el que el discurso y el pensamiento crítico recuperen por fin sus cartas de nobleza.