Durante mucho tiempo, hemos visto decaer la forma de Joe Biden: caídas en las gradas, pasos dolorosos para llegar al Air Force One, dificultades para subir las escaleras de su avión oficial, comportamiento errático en presencia de los jefes de Estado…
Aferrándose al poder
A pesar de todo, Joe Biden se aferró al poder y su entorno se aseguró de que gozara de buena salud.
Cuando comenzó el ciclo de nominación demócrata, se aseguró de ser el único en la carrera y aseguró la boleta demócrata argumentando que era el único capaz de vencer a los republicanos y, eventualmente, a Donald Trump.
No fue hasta el debate de junio que la gota que colmó el vaso le mostró la puerta.
En una muestra de gran disciplina, los demócratas no perdieron el tiempo y apoyaron a Kamala Harris. Sin embargo, este último apenas habrá tenido 107 días para hacer campaña. Se lanzó apasionadamente a una campaña cautelosa, ciertamente demasiado cautelosa. Era demasiado poco y demasiado tarde.
¿Podría una carrera para ganar la nominación demócrata, lo que significó meses adicionales de campaña, haberle dado una mejor oportunidad de darse a conocer ante los estadounidenses y cambiar el resultado de las elecciones? Nunca lo sabremos, pero la terquedad de Joe Biden ciertamente ha socavado las posibilidades de los demócratas de establecer una nueva narrativa, de distanciarse del historial de Biden y de presentar un nuevo líder.
Justin Trudeau socava su partido
La situación de Justin Trudeau es diferente, no hay dudas sobre su salud. Por otro lado, después de nueve años y tres elecciones, el desgaste del poder es evidente. Desde hace un año, las encuestas son desastrosas, con más de 15-20 puntos de diferencia a favor de Pierre Poilievre.
A pesar de todo, Trudeau aguanta. Al permanecer en el cargo como Biden, está impidiendo que su partido encuentre un nuevo liderazgo, una nueva vida. Esto probablemente será fatal para el Partido Liberal.