lo esencial
Desde 2022, se ha instalado un gallinero colectivo en los terrenos de la residencia de ancianos La Mazière, en Tarn. Gestionado por siete familias, ¡hace las delicias de los residentes!
Inicialmente eran cinco. En los últimos meses, solo ha habido cuatro. El guerrero, el que gestionaba el gallinero y había sobrevivido a dos ataques de zorros, está muerto. Sin motivo aparente. Así que quedan Roussette, Picotine, Coquette y Galinette, como las apodaron los residentes de la residencia de ancianos La Mazière en Cordes-sur-Ciel.
Cada día, estas cuatro gallinas las hacen felices viéndolas ocupadas en su gallinero. “Cuando lo construimos, no había sillas en esta terraza”, indican Delphine y Mika, de la asociación Chicken Paradise, quienes iniciaron este gallinero.
El paraíso de los pollos en el trabajo
El gallinero se convirtió rápidamente en una atracción para los residentes. Con el tiempo, conocemos sus pequeños hábitos y su carácter. Por ejemplo, Galinette, también apodada “la princesa” por las familias, sólo come en el aire y en un cuenco. Después del ataque del zorro, Delphine -la presidenta- tuvo que buscar gallinas del mismo color para no molestarlas. Fue este último quien también ayudó a construir la estructura. Pintaron la puerta del castillo donde ponen huevos las gallinas.
Inaugurado en diciembre de 2022, este gallinero, el primer colectivo del Tarn, está gestionado por la asociación Chicken Paradise, formada inicialmente por siete familias. La membresía cuesta 20 € al año. Esto paga por las semillas y le permite reemplazar una gallina si es necesario. Cada familia mantiene el lugar un día a la semana, alimenta a las aves y a cambio recoge los huevos. Al principio, las gallinas se alimentaban con las sobras de comida de los residentes.
Esta fue la base del proyecto. De momento se ha detenido pero podría retomarse en las próximas semanas. Regularmente todos se reúnen para eventos festivos o para mejorar el gallinero. Como cuando tuvimos que buscar una solución al ataque de un zorro.
“Te permite comer huevos y conocer gente”, subraya Mika, a cuya hija Camille le encanta cuidar gallinas, pero no come huevos.
Otros tres en el departamento.
En el sector, la aventura desató una cadena de solidaridad. Un vendedor de ostras en el mercado les regala las conchas. Ideal para gallinas. Un carpintero hace aserrín para el gallinero. Los vecinos traen sus cenizas para el estanque de las gallinas. Estos últimos se bañan en las cenizas para deshacerse de sus parásitos. El jardinero de la residencia de ancianos también se ensucia las manos.
Ante el éxito, la asociación abrió un segundo gallinero colectivo en Les Cabanes, en el centro de ocio. Lo regentan siete familias. “Siete es perfecto, es decir, un día por familia”, explica Delphine, presidenta de la asociación.
Cuando una familia no puede venir, siempre busca otra familia que ocupe su lugar. Un tercero se creó en el instituto de Carmaux y está gestionado por estudiantes de la A a la Z. Por último, se está creando un cuarto en el colegio Blaye-les-Mines. Aunque inicialmente la idea de un gallinero colectivo tardó mucho en aceptarse, hoy ha ido avanzando.