En Dordoña y Gironda, las palabras de los criadores de Drôme que se enfrentan al lobo

En Dordoña y Gironda, las palabras de los criadores de Drôme que se enfrentan al lobo
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Desde hace varios años, los criadores unidos en el seno de un Civam (Centro de iniciativas para la promoción de la agricultura y del medio rural) preparan el regreso del lobo a los 500 km² del macizo forestal del Doble, entre Dordoña y Gironda. Su enfoque es único en este tema altamente inflamable. Ni a favor ni en contra de la presencia del depredador, se refieren a la realidad: el frente de colonización ha llegado a Nueva Aquitania, ya se han detectado rastros de presencia de lupino en Dordoña y, pronto, tendremos que convivir con ello. “Prefiero este término al de “cohabitación”. Elegimos a aquellos con quienes vivimos juntos. No elegimos al lobo. Está por llegar”, afirma Éric Guttierrez, presidente de Civam PPML (Produce, comparte, come local).

Autor de un plan para prevenir el riesgo de depredación, a caballo entre los dos departamentos, continúa alertando Civam. En colaboración con la Cámara de Agricultura de Dordoña, organizó dos días de encuentros para los ganaderos de la zona, el jueves 2 y el viernes 3 de mayo en Gironde-sur-Dropt (Gironda) y Périgueux. Lo más destacado: los testimonios de dos de sus colegas que trabajan en Drôme, donde se instalan permanentemente manadas de lobos.


Una manada pasando frente a una cámara trampa en los Alpes.

DE B

“Mis perros son mis compañeros”

Antes del encuentro previsto en Périgueux, el dúo compartió su experiencia con los miembros de Civam, en la sede del grupo, en Saint-Christophe-de-Double, en Gironda. “Sin perros protectores ya no tengo rebaño. Mis perros son mis compañeros de trabajo, me ocupo de su bienestar”, afirma Élisabeth Moreau, que tiene unas dos mil ovejas en Gigors-et-Lozeron, al sureste de Valence. Tiene diecinueve perros protectores para protegerse de los ataques. Una armada de pastores de Anatolia que cumplen su papel a la perfección.

“Ojo, los ganaderos no deben sentirse seguros. Se verán afectados del mismo modo que los criadores de ovejas”

Franck Vigne está igualmente armado. Veinte perros en su granja de Combovin, unos quince kilómetros más al norte, donde tiene quinientas ovejas y 85 vacas lemosinas. “Ojo, los ganaderos no deben sentirse seguros. Se verán afectados del mismo modo que los criadores de ovejas”, advierte.

Trabajo adicional

Entre sus homólogos neoaquitanos, somos conscientes de que el tiempo se acaba. Acostumbrar a los perros a una manada (y viceversa) es una tarea a largo plazo. “Todavía no tengo perros de protección, pero es un tema que me interesa”, afirma Sandrine Bouyer, cuya granja está situada en Saint-Aulaye-Puymangou, en Dordoña.

Joran Pailler, que trabaja en Gaec (Grupo Agrícola Común) con tres socios, entre ellos Éric Guttierrez, admite “temer un poco” el momento en que el lobo merodee por la zona. “Ya tenemos tres, pero tenemos que ser conscientes del trabajo adicional que supone gestionar tantos perros”, suspira. Y las preocupaciones de convivencia que de ello se derivan. No necesariamente con el lobo, sino con los humanos, ya sean vecinos o excursionistas. “El Estado pide a los criadores que se equipen con perros. Pero luego les toca a ellos descubrirlo por sí solos”, lamenta Éric Guttierrez.

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