Entre Ginebra y Alta Saboya ya existe el mayor acelerador de partículas del mundo. Propiedad del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), este anillo subterráneo de 27 km de circunferencia fue inaugurado en 2008 y permitió, cuatro años después, confirmar la existencia del bosón de Higgs, uno de los principales descubrimientos científicos del siglo XXI. siglo.
Hoy el CERN quiere ir aún más lejos en la comprensión del universo y construir un colisionador tres veces más grande (91 km) para 2045, a 200 m bajo tierra, todavía en la frontera franco-suiza. Están previstas ocho infraestructuras de superficie, seis de ellas en el lado francés. Coste estimado: 16 mil millones de euros. El estudio de viabilidad, basado en perforaciones en curso, se entregará en marzo de 2025. Si se confirma el proyecto, las obras comenzarán en 2032.
Pero ante este gigantismo, en Alta Saboya se alzan voces para alertar de las consecuencias medioambientales de la futura obra. Por ejemplo, el 11 de octubre tuvo lugar una reunión con 300 participantes en Marlioz (Alta Saboya), a lo largo de la ruta del FCC (futuro colisionador circular). “No estamos en contra de la ciencia, sino de este proyecto”, asegura Thierry Lemmel, del colectivo Co-cernés. La excavación del túnel requerirá la retirada de enormes cantidades de escombros. Esto representa un millón de viajes en camión”, es decir, el doble que las pirámides de Keops, calcula una asociación suiza.
“Acabamos de enterarnos de que una de las plataformas de superficie estaría ubicada en nuestro pueblo. Será necesario talar una parte del bosque y aquí nadie quiere eso”, protesta otro opositor, que también menciona el enorme consumo eléctrico del dispositivo, equivalente al de una ciudad de 700.000 habitantes. Los ecologistas acaban de presentar una moción para un debate democrático sobre el tema.
