Estrasburgo: favorita para Guercœur de Albéric Magnard

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Estrasburgo. Ópera del Rin. 28-IV-2024. Albéric Magnard (1865-1914): Guercœur, tragedia lírica en tres actos, con libreto del compositor. Director: Christoph Loy; decorados: Johannes Leiacker; vestuario: Ursula Renzenbrink; luces: Olaf Invierno. Guercoeur: Stéphane Degout (barítono); Verdad: Catherine Hunold (mezzosoprano); Giselle: Antoinette Dennefeld (mezzosoprano); Heurtal: Julien Henric (tenor); Bondad: Eugénie Joneau (soprano); Belleza: Gabrielle Philiponet (soprano); Sufrimiento: Adriana Bignagni Lesca (viola); La sombra de una mujer: Marie Lenormand (soprano); Sombra de una virgen: Alysia Hanshaw (soprano); La sombra de un poeta: Glen Cunningham (tenor). Coro de la Ópera Nacional del Rin. Orquesta Filarmónica de Estrasburgo, dirección: Ingo Metzmacher

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Con un Stéphane Degout ideal y una suntuosa Orquesta Filarmónica de Estrasburgo dirigida por Ingo Metzmacher, la Ópera Nacional del Rin revive esta obra maestra poco conocida de Albéric Magnard, en una impecable puesta en escena de Christoph Loy.

Todo en esta ópera está marcado por el heroísmo. Su argumento, sin duda, que trata de un héroe de vanguardia que defiende el amor, la libertad y la igualdad en un mundo osificado, pero también la propia historia de la obra, particularmente atormentada. Después de completar su ópera en 1901, Magnard tuvo que luchar para encontrar un teatro dispuesto a producirla, pero fue en vano. Luego la obra ardió en 1914 en la casa de Magnard, en un vano ataque contra las tropas alemanas donde perdió la vida. Fue Guy Ropartz quien reescribió de memoria la orquestación del primer y tercer acto Perdidos en las llamas, a partir de una reducción para voz y piano. Desde su tardía creación en 1931 en la Ópera de París, Guercoeur no se había jugado en Francia, y solo una vez en Alemania (Osnabrück 2019). Fue necesaria la energía de Alain Perroux, actual director de la Ópera del Rin, y su capacidad para combinar las pasiones del director Ingo Metzmacher y del director Christof Loy para liberar finalmente esta obra maestra de su sarcófago del olvido y despojarla. de sus bandas de prejuicios. Pesado, largo, estático, bombero, medievalista, soporífero… ¡Tantas acusaciones falsas o injustas! Guercoeur Es una obra maestra de la más alta distinción, no sólo de una belleza deslumbrante, sino que transmite un mensaje ampliamente humanista e incluso profético que todavía nos preocupa hoy.

En el libreto escrito por el propio Albéric Magnard se trata de un héroe que muere tras encontrar el amor. Y Juró lealtad a una república que fundó para la felicidad del pueblo. En una especie de paraíso secular, poblado de alegorías como la Bondad, la Belleza, el Sufrimiento y donde reina la Verdad, se arrepiente de su fallida vida y convence a estas diosas para que le dejen regresar a la tierra. Guiado por el sufrimiento, constata las traiciones románticas y políticas y muere por segunda vez. En su apoteosis, la Verdad le revela el brillante futuro de la humanidad. Es un texto en prosa al que no le falta ni belleza ni profundidad, y que da testimonio de esta positividad que reinaba a principios del siglo XX, con fe en la ciencia y tolerancia para llevar a la humanidad hacia la felicidad. Por desgracia, algunas frases nos hacen sonreír (“la naturaleza se somete suavemente”, “la ciencia abolirá el dolor”…), otras nos congelan con su actualidad desesperada (Verdad: “Hasta cuándo llegará mi reinado”…). En un momento en que el planeta está sumido en el caos y los dictadores aprovechan poderosas herramientas para engañar a las multitudes, estas palabras escritas hace más de un siglo todavía nos hablan.

La belleza de la partitura es tal que uno se pregunta cómo pudimos haber descuidado durante tanto tiempo representar una maravilla así en un escenario de ópera, o incluso en concierto desde el famoso grabado de Michel Plasson en Toulouse en 1986. Todo es espléndido. del primero al último compás. A pesar de un marco orquestal bastante denso, el oyente ingenuo detecta con bastante facilidad los motivos principales y el sonido nunca cae en pesadez. Todo es transparente, incluso en las escenas más intensamente dramáticas, como la guerra civil, donde Guercoeur muere por segunda vez. El trabajo sobre los colores es notable: el amanecer primaveral que abre el segundo acto (y aquí es 100% Magnard) hace entrar los escritorios uno tras otro, mostrando así los colores como un abanico que se abre. Es prodigiosamente simple, brillante y eficaz. Las oposiciones climáticas son magistrales (cielo/tierra, a puerta cerrada en casa de Giselle/multitud amotinada) y el texto cantado siempre resulta perfectamente inteligible. Pensamos habitualmente en Ravel, Dukas, Franck o Massenet, pero la mano de Magnard es verdaderamente original y personal, y la de Ropartz no se siente.

La dirección de Christoph Loy es lo que debería ser cualquier dirección: un servicio a la obra. Grandes paneles monocromáticos en movimiento, trajes de mediados del siglo XX (porque nada en el texto conecta la trama con una Edad Media de mala calidad), algunas sillas y listo. Pero una iluminación magnífica y sobre todo una dirección fluida del actor acompañan el desarrollo de la trama y apoyan la fuerza del texto y la música, sin buscar entretener al espectador con extravagancias o interpretaciones innecesarias. Despojada así de todo artificio, la ópera de Magnard queda a la vez simplificada y magnificada, restaurada en su esplendor y poder originales.

En cuanto a los intérpretes, todo contribuye también a poner al servicio de la magnificencia de la obra, empezando por la Orquesta Filarmónica de Estrasburgo, en gran forma y muy preocupada por este intento de resucitar una partitura así. El director de orquesta Ingo Metzmacher, gran admirador de la obra, consigue jugar con los bellos colores de la OPS, hacer que la luz surja o estalle, pero también gestionar con mucha claridad los grandes choques de la II, cuando las multitudes chocan y terminan. asesinando al héroe. Cabe destacar el excelente trabajo realizado por el Coro de la Ópera del Rin a la hora de dominar piezas cuanto menos complejas.

En Guercœur, Stéphane Degout encuentra un papel que le conviene maravillosamente, con una dimensión heroica mesurada (nada wagneriana) y un uso del registro agudo que es una de sus muchas habilidades. Su proyección, su entrega son perfectas. Su encarnación poderosa y elegante, humilde y noble, a la vez profética y fraterna, es profundamente conmovedora. Stéphane Degout es Guercœur, incluso más que el gran José Van Dam, y cualquiera que sea la evolución de la acogida de esta ópera, resulta inmediatamente evidente que habrá dejado su huella en su historia. El resto del elenco, sin embargo, no se deja aplastar por la presencia de un gigante así. Catherine Hunold, que ya cantó Bérénice del mismo compositor, encarna una Verdad muy hermosa. Sus agudos no están perfectamente estampados en 1ejem acto, pero todo se junta en el tercero y su Visión profética se presenta con una línea de canto y poesía notables. Gabrielle Philiponet es encantadora en La Bella y Eugénie Joneau en Bonté te hace lamentar que su papel no haya durado más. Adrianna Bignagni Lesca le da a Souffrance colores oscuros y amenazadores, pero también mantiene un estilo impecable. En la tierra, encontramos a Antoinette Dennefeld en una soberbia Giselle, una amante desgarrada pero lúcida y sincera. Heurtal, un tenor antihéroe caído en la vanidad, es sostenido valientemente por Julien Henric, que canta con la brillantez y la pasión necesarias, sin ceder jamás a la vulgaridad.

Con un espectáculo de tanto éxito y una interpretación de tan alto nivel, por fin se hace justicia a esta ópera, recibida triunfalmente por el público de Estrasburgo. Sólo podemos esperar que Guercoeur entra en el gran repertorio de los teatros de ópera del planeta, y finalmente encuentra el lugar que le corresponde entre las grandes obras maestras francesas de la época, entre las Pelleas y Mélisande por Debussy y elAriadna y Barba Azul por Dukas. Para aquellos que no puedan viajar a Estrasburgo para este evento, conviene saber que France Musique retransmitirá la velada el 25 de mayo y que, a partir de la misma fecha, la grabación estará disponible en ARTE Concert.

Créditos de las fotografías © Klara Beck. Gabrielle Philiponet y Stéphane Degout / Stéphane Degout y Adrianna Bignagni Lesca / Stéphane Degout y Julien Henric / Eugénie Joneau y Catherine Hunold.

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Estrasburgo. Ópera del Rin. 28-IV-2024. Albéric Magnard (1865-1914): Guercœur, tragedia lírica en tres actos, con libreto del compositor. Director: Christoph Loy; decorados: Johannes Leiacker; vestuario: Ursula Renzenbrink; luces: Olaf Invierno. Guercoeur: Stéphane Degout (barítono); Verdad: Catherine Hunold (mezzosoprano); Giselle: Antoinette Dennefeld (mezzosoprano); Heurtal: Julien Henric (tenor); Bondad: Eugénie Joneau (soprano); Belleza: Gabrielle Philiponet (soprano); Sufrimiento: Adriana Bignagni Lesca (viola); La sombra de una mujer: Marie Lenormand (soprano); Sombra de una virgen: Alysia Hanshaw (soprano); La sombra de un poeta: Glen Cunningham (tenor). Coro de la Ópera Nacional del Rin. Orquesta Filarmónica de Estrasburgo, dirección: Ingo Metzmacher

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