Literatura
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La novelista y ensayista feminista quebequense sigue los pasos de un trío de pintores: Joan Mitchell, Jean Paul Riopelle y Hollis Jeffcoat.
¿Por dónde empezar? Quizás por algo violento, deslumbrante, una apertura en media res, casi abstracto y muy sonoro. Ver: “Si se hubiera hecho la película, la primera escena podría haber sido ésta: el coche volcando, chocando contra el árbol, incendiándose”. Un terrible accidente de tráfico, precedido por las palabras “inspirado en una historia real”, como suelen ser las películas.
O tal vez, no, atacar con una escena de ira extravagante, al estilo Almodóvar. En la pantalla aparecería una mujer arrojándose al hogar. “todos los mensajes que te escribió a lo largo de los meses”, como si ella estuviera poniendo “el fuego a su amor”. La reconoceríamos, realmente existía, se parecería a la pintora estadounidense Joan Mitchell, de 50 años en ese momento, fuera de sí por haber sido abandonada.
“Por pequeños toques o grandes gestos”
El narrador duda como el editor en su mesa, no se decide, se salta una línea, pasa a otra cosa, intenta de otra manera y avanza así, en fragmentos autónomos o casi, “por pequeños toques o por grandes gestos”, sin estar nunca seguro de la entrada correcta. Entonces vuelve a poner el trabajo en el telar. Página 204, otra opción: “Es la historia de una mujer que está muriendo”. Desde su cama de hospital, mira por la ventana y ve pasar su pasado: Mitchell, Riopelle, el accidente.
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