Ferias del libro francófono: un nuevo capítulo pospandemia

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FRANCOPRESSE – En las comunidades minoritarias de habla francesa, las ferias del libro siguen siendo la principal puerta de entrada a las obras en francés. A pesar de su popularidad, la pandemia de COVID-19 ha agravado sus problemas financieros. En una época de costes explosivos, convencer a las editoriales y distribuidores de que vengan sigue siendo un desafío.



Para Diane Ouellette (izquierda), elegir autores conscientes de la situación de las minorías lingüísticas sigue siendo fundamental: “Es la clave si queremos animar a la gente a seguir leyendo”.

FOTO : Marine Ernoult – Francopresse


“Las ferias del libro son una cuestión de supervivencia de la lengua: se trata de transmitir el amor por la lectura a la próxima generación”, afirma la presidenta de la Feria del Libro de Prince Island-Édouard, Diane Ouellette.

Tras una pausa de tres años debido a la pandemia, el pasado mes de junio el evento bianual reunió a más de 5.000 lectores y acogió 100 visitas de clases. Estuvieron presentes dos librerías y veintitrés editoriales.

“Con la COVID-19 perdimos un poco de impulso, pero lo recuperamos, la gente volvió en gran número”, asegura el presidente.

Lo mismo ocurre con la Feria del Libro de Dieppe, en Nuevo Brunswick, que recibió en octubre 14.000 visitantes, entre ellos 2.000 escolares y niños pequeños. Pudieron descubrir a unos cuarenta expositores y a un centenar de autores que habían realizado el viaje.

“Hemos vuelto a la asistencia anterior a la COVID-19”, observa la directora general, Morgane Bonamy, que insistió en que la entrada sea gratuita, “para que el libro sea accesible a todos”.

“En una situación minoritaria, somos una puerta de entrada esencial a los libros. Los visitantes pueden hojear las obras y conocer a los autores”, añade.

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En Dieppe, Nuevo Brunswick, Morgane Bonamy explica que la asistencia al salón ha vuelto a los niveles anteriores a la COVID-19.

FOTO : Miles Kinnee


Seducir a una “audiencia frágil”

En cuanto a la Feria del Libro de Sudbury, en Ontario, la directora general, Geneviève LeBlanc, constata un ligero descenso de la asistencia. Durante la última edición, el pasado mes de mayo, la feria atrajo a alrededor de 6.700 visitantes, frente a poco más de 7.700 dos años antes en la décima edición del evento.

“Seguimos siendo una reunión esperada, pero hay una pérdida de fuerza por parte de las escuelas con menos visitas escolares y el cierre de los programas francófonos en la Universidad Laurentian también ha tenido un impacto”, explica.

Para seguir atrayendo al público en general y contrarrestar las compras por Internet, los salones deben reinventarse constantemente.

“Necesitamos imaginar una programación fuera de lo común, añadiendo otras formas de cultura, en particular para atraer a los jóvenes que empiezan a leer en inglés”, confirma Morgane Bonamy.

La Feria del Libro de Dieppe ofrece talleres de teatro y danza, almuerzos literarios con autores, veladas de improvisación e incluso proyecciones de películas.

Diane Ouellette también cree que debemos redoblar nuestros esfuerzos para atraer a un “público frágil”. “Realmente tenemos que elegir cuidadosamente autores que conozcan nuestra situación de minoría lingüística; esa es la clave si queremos animar a la gente a leer”.



En Saskatchewan, Alexandre Chartier desearía crear en los próximos años una feria del libro para el gran público, fuera de las escuelas.

FOTO: Cortesía


Minisalón itinerante

En Saskatchewan, la librería Nation fransaskoise también intenta “mantener a toda costa la proximidad a los libros en francés”, señala su director, Alexandre Chartier. Desde el invierno de 2024, la librería visita varias veces al año escuelas francófonas y de inmersión para “desarrollar la felicidad a través de los libros”.

Hasta la fecha, unos 3.000 estudiantes han recibido la visita de Alexandre Chartier y su furgón lleno de libros. Por un día, Nation fransaskoise se instala en una biblioteca, un gimnasio o un pasillo.

“Va más allá de la escuela, afectamos al conjunto de las comunidades, contribuimos al desarrollo de la identidad”, subraya el directivo.

Compras, presentación de libros, organización de lecturas, realización de talleres para hablar sobre el oficio de librero y la cadena del libro, “en términos de experiencia, es lo mismo que un espectáculo”, afirma el librero.

Para captar mejor la atención de los jóvenes, ha optado por “un enfoque más contemporáneo de estos mini salones” y ofrece numerosos juegos de mesa y mangas (cómics japoneses).

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En Saskatchewan, Nation fransaskoise organiza miniferias del libro en las escuelas desde el invierno de 2024.

FOTO: Cortesía


Desaparición en el norte de Ontario

Sin embargo, darle vida al libro en francés enfrenta importantes desafíos financieros. Los equipos en las ferias literarias suelen reducirse al mínimo. En la Isla del Príncipe Eduardo sólo hay voluntarios, mientras que en Dieppe un solo empleado gestiona toda la organización.

“Los fondos disponibles son muy escasos y nada adecuados”, lamenta Alexandre Chartier.

“Los costes operativos se han disparado y es un dolor de cabeza buscar subvenciones, eso es lo que nos lleva más tiempo”, añade Diane Ouellette.

En el norte de Ontario, la COVID-19 “puso el último clavo en el ataúd” de la Feria del Libro de Hearst, en palabras de su ex copresidente, Jean-Pierre Boutin. La muestra bienal desaparecerá en 2023.

“Ya estábamos debilitados, teníamos dificultades para encontrar voluntarios y cada vez era más difícil atraer editoriales y distribuidores de la región a pesar de que les ofrecíamos los quioscos”, explica.

“Era una carga financiera imposible de sostener a largo plazo, no teníamos suficiente financiación recurrente para afrontarla”, continúa el ex voluntario.

Para llenar ese vacío, ahora se celebrará cada año la Feria del Libro de Sudbury.

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El pasado mes de mayo, la Feria del Libro de Sudbury atrajo a 6.700 visitantes.

FOTO: Cortesía


“Si no hay salón, la gente dejará de leer”

Si bien las ferias pueden contar con el apoyo de las 15 editoriales francófonas presentes fuera de Quebec, todas hablan de la dificultad de atraer a los libreros quebequenses.

“Desde hace diez años ya no viajan fuera de Quebec y de las zonas metropolitanas”, lamenta Geneviève LeBlanc.

“Desde la pandemia, los costos de transporte y alojamiento se han disparado y son aún menos proclives a acudir a salones pequeños. Debemos redoblar nuestros esfuerzos para convencerlos”, coincide Diane Ouellette, que decidió con su consejo de administración costear el transporte de los libros a las librerías.

A pesar de la falta de recursos económicos, el francés Alexandre Chartier desea crear una feria del libro abierta al público en general, fuera de las escuelas. Habla de crear un colectivo formado por editores y autores para este fin.

En los primeros años no espera milagros en cuanto a asistencia, “pero si no hay espectáculo se perderá la necesidad y la gente dejará de leer”.

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