“A ver, no eres estúpido, has leído mi libro” – Libération

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Con motivo del estreno de sus memorias y de una retrospectiva en el Centro Pompidou, un encuentro acrobático con el legendario director alemán que se niega a hablar de cine, o incluso a hablar en absoluto.

Cada uno para sí y Dios contra todos, Las memorias de Werner Herzog, publicadas en Francia este otoño, terminan abruptamente, en mitad de una frase. No os estropearemos nada al deciros esto, el cineasta lo anuncia inmediatamente en su prólogo. “Para evitar cualquier confusión, para que la gente no se encuentre pidiendo reembolsos, creyendo en un defecto de impresión”, nos cuenta, con los codos hundidos en la mesa de un café del tercer distrito de París. En Italia, después de la última palabra, el editor añadió tres puntos suspensivos, lo que causó un gran revuelo.

Es decir, Werner Herzog está muy orgulloso de su movimiento. “No es una figura retórica, es una interrupción. Desde mi ventana vi pasar un colibrí y me dije que me iba a detener allí. ¡Nadie ha hecho nunca eso en literatura! exclama, con una mano levantada como para invocar la ira de Opora, diosa griega protectora de las frutas; bebe un jugo de naranja exprimido. Quizás en una autobiografía. Porque en otros lugares la idea ha sido explotada, y no sólo en pequeña medida: Bret Easton Ellis, Thomas Pynchon, David Foster Wallace, Kafka, Gogol, Joyce y Beckett, por nombrar sólo a los más famosos. Pero no nos pareció oportuno añadir más. Con Herzog no tiene sentido complicarse las cosas: él mismo se las arregla muy bien.

Como prueba: cinco minutos antes de la entrevista, indica que no responderá ninguna pregunta sobre cine. el ataque

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