“Está lloviendo sardinelas/ Cuando tienen miedo, se dan vuelta/ todos como un solo pez/ y se derriten hacia el fondo; espectáculo impresionante. » Los extractos poéticos e incisivos de los cuadernos de William Beebe marcan esta extraordinaria obra que es, si es posible la comparación, sobre todo un gabinete de curiosidades. Para contar las exploraciones de este aventurero naturalista de los fondos marinos, Brad Fox reúne un corpus de fragmentos, historias y anécdotas que constituyen a la vez una crónica de las inmersiones del observatorio estadounidense y, en espejo, un panorama de la historia científica de los viajes submarinos.
Es fascinante ver cómo las digresiones articulan una visión global y filosófica de este vasto y vertiginoso tema, al tiempo que resaltan el retrato (temático y no cronológico) de un erudito extraordinario, de una época, la década de 1930, increíblemente rica en descubrimientos y a veces exploraciones imprudentes. Todo se lleva a cabo mediante un lenguaje inventivo, erudito y poético. “El Libro de la Batisfera” es verdaderamente un objeto inclasificable. El autor, además, es también, por la amplitud de los temas que trata a lo largo de sus cuentos, artículos y novelas, que se fija en las tradiciones islámicas de interpretación de los sueños, los cuentos de Lale Müldür o las obras del astrónomo persa Abd al. -Rahmān al-Sūfī. Cuando se publicó El libro de la batisfera en los Estados Unidos, National Geographic volvió a publicar artículos de la década de 1930 sobre las exploraciones de Beebe.
“Caracoles voladores en delicados caparazones como si estuvieran hechos de pergamino mojado…”
Un léxico colorido
Copépodos, leptocéfalos, sifonóforos, ciclotones… Estas palabras se vuelven familiares mientras viajamos hacia las profundidades de los océanos con Beebe y su equipo, a bordo de su batisfera. Un invento entonces revolucionario diseñado con Otis Barton para observar cada vez más profundamente. Y almacenar todo tipo de sensaciones visuales expresadas de forma elíptica: “caracoles voladores en delicados caparazones como de pergamino húmedo”, “pez piloto peludo”, “anguilas de bronce plateado”, “una serpiente dragón con cola dorada”… Al tiempo que constata, en cada línea, la profundidad alcanzada, su “picazón emocional y cognitiva”, su “sentido de dimensionalidad”.
Explorador atrevido
La obra de Beebe adquiere una dimensión formidable: Brad Fox evoca sus pensamientos sobre la naturaleza de la oscuridad del fondo marino, sobre las explosiones de color (Beebe se inspira en la carta de colores de Robert Ridgway) y la bioluminiscencia. Pero, sobre todo, pone de relieve las singularidades de este científico que se rodea de colegas femeninas (Gloria Hollister, Else Bostelmann), asumiendo el riesgo de ser acusado de “desprofesionalizar” la investigación.
Saludamos su temeridad: bajar a bordo de esta batisfera desde donde nos comunicamos con el barco mediante un simple cable acústico. Su intuición, el deslumbramiento de sus observaciones que modula con los movimientos de su vehículo submarino, antepasado del batiscafo del francés Auguste Piccard. Espeluznante.
“El libro de la batisfera” de Brad Fox, traducido por Camille de Chevigny, ed. del Sótano, 320 p., 28,50 euros.