CRÍTICA – Este joven quiere ser quien escriba, para la Segunda Guerra Mundial, el equivalente de lo que fue Adiós a las armas para la Gran Guerra. Y lo logrará.
Quería ver la guerra de cerca. El joven Norman Mailer, nacido en Brooklyn en 1923, tenía 18 años cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor y su país entró en la guerra contra el Eje del Mal. Recién terminado sus estudios de ingeniería aeronáutica en Harvard (y teniendo ya un gusto por los cohetes que encontramos a finales de los años 1960 en sus informes sobre la misión Apolo, que se convirtieron en libro), Vivac en la Luna), se alistó como simple soldado. Después de sus clases, se embarcó en la aventura del Pacífico, dentro del ejército del general MacArthur.
Mailer se une al 112mi regimiento blindado de San Antonio y, demasiado lejos de la acción a sus ojos, fue transferido a una sección de reconocimiento donde pasaría unos días detrás de las líneas japonesas en Leyte, Filipinas. Al mismo tiempo, en la misma zona, James Jones peleó en el 25mi división de infantería, y Herman Wouk es un oficial de destructores. El primero publicará, como Mailer tres años antes, su primera novela, Mientras él…
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