“A la edad en que los niños patean la pelota, yo bailaba sin complejos”: se sincera Jean-Christophe Maillot en una biografía

“A la edad en que los niños patean la pelota, yo bailaba sin complejos”: se sincera Jean-Christophe Maillot en una biografía
“A la edad en que los niños patean la pelota, yo bailaba sin complejos”: se sincera Jean-Christophe Maillot en una biografía
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No quiso pasar por el cuadro “clásico” de la autobiografía escrita. Eligió la imagen y los testimonios de quienes se encontraron desde el inicio de su carrera para contar su historia en Bailar como fiestauna hermosa obra escrita por Jean-Christophe Maillot con su editor y amigo novelista, Jean-Marie Laclavetine.

Para recorrer su carrera y sus primeros treinta años al frente de los Ballets de Montecarlo, la fotografía sirve para dar testimonio de este arte vivo que es la danza. El libro contiene cerca de trescientos de ellos. Entre ellas la primera foto, la de un niño en leotardo en los escenarios del Gran Teatro de Tours en 1969. Jean-Christophe Maillot, estudiante del Conservatorio de la ciudad, creció en este teatro donde su padre creaba los decorados. “Era demasiado joven para recordarlo pero parece que subí al escenario antes de poder caminar”, dice, explicando que “De los diez a los catorce años, en la edad en que los niños patean la pelota, yo bailaba, sin complejos”.

Una herida providencial

Jean-Christophe Maillot, entonces estudiante de la prestigiosa escuela Rosella Hightower de Cannes, se graduó y comenzó su carrera como bailarín en la compañía de John Neumeier en el ballet de Hamburgo. Allí se lesionó la rodilla, a los 23 años, mientras se preparaba para el papel de Romeo. “Un salto, un mal aterrizaje y se acabó. Mientras algunos me instaban a iniciar trabajos de rehabilitación para volver a subir al escenario, yo ya miraba hacia otra parte: hacia otros cuerpos en mejores condiciones que el mío y que encarnarían el movimiento en mi lugar”, explica como el detonante que –providencialmente– lo llevó a coreografiar.

A lo largo de las páginas, hojas intercaladas de diferentes tamaños y grosores (un bonito consejo de edición) dan la impresión de estar hojeando un cuaderno de recuerdos.

Recuerdos marcados por el repertorio que ha creado el bailarín herido convertido en coreógrafo. Primero en Tours, luego en Mónaco, donde en 1992 la princesa Carolina le entregó las llaves de la empresa nacional. La aventura dura tres décadas. “Tú tomaste rumbo, con la libertad y el rigor de un navegante un poco loco pero preciso y yo estaba en el muelle para defender la expedición, para eliminar los problemas para que solo hubiera soluciones”, escribe la Princesa de Hannover en una bella carta manuscrita, transcrita in extensodonde saluda con amistad el trabajo del coreógrafo.

“No sería la coreógrafa que soy sin Bernice”

Los amantes de la compañía encontrarán huellas de los ballets icónicos de los últimos treinta años. Maillot también abre la puerta a su proceso creativo pero sobre todo deja espacio a los comentarios de los bailarines, creadores y artistas que se han cruzado en su camino para constituir el repertorio de la compañía monegasca. Nada es cronológico, la obra se puede leer, retomar para encontrar el espíritu de la compañía y de su coreógrafo-director.

“Coreografiar es filmar, dirigimos cuerpos, enmarcamos una acción, editamos secuencias y buscamos consejos para hacer comprensible nuestra historia”. afirma Maillot cuando compara su arte con el cine. Las palabras más bellas son las dirigidas a su musa y compañera, Bernice Coppieters, estrella de la compañía. “Trabajar con Bernice es tener la inquietante experiencia de ver tu trabajo existir mucho más allá de lo que habías imaginado, hasta el punto de preguntarte si realmente eres el autor. Obviamente no me habría convertido en el coreógrafo que soy si lo hubiera hecho”. No conocí a Bernice Coppieters”, escribe, recordando también el año 2014, cuando Bernice, Gaétan Morlotti y Chris Roelandt, tres figuras importantes de la empresa, colgaron los zapatos y abandonaron los escenarios ese mismo año. “Este trío, esta trinidad, había estado en el corazón de mi trabajo durante dos décadas. De repente me quedé huérfana de coreógrafa. Durante un tiempo, no supe cómo pasar esta página, hasta el día en que la princesa Carolina ‘dijo: “No debes torcerlo, debes arrancarlo”. Eso es parte de lo que hice”.

Bailar como fiestapublicado por Gallimard. 304 páginas, 45 euros

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