“¿Ni otra columna sobre 2025? ”, quizás estés pensando. Me resistí… unos días.
Publicado a las 13:00 horas.
Se han escrito muchos textos excelentes sobre el año político que nos espera, sobre las desgracias del planeta, sobre la llegada de Trump al poder, sobre sus amenazas hacia Canadá. Y nunca había oído hablar tanto de la defensa de Canadá.
Todavía siento la necesidad de poner en palabras lo que he estado sintiendo durante los últimos días.
El año 2024 terminó bien con una reseña televisiva favorita, la deEn vivo desde el día de Año Nuevo. Sumo mi agradecimiento a todos aquellos que he leído, provenientes de todos los ámbitos de la vida, desde los más serios hasta los más especializados en los llamados programas de variedades. Como todos los que lo vieron, me emocioné hasta las lágrimas y lo digo sin vergüenza.
Nuestra reacción positiva casi unánime nos dice algo sobre nuestra necesidad de bondad, conexiones, alegría y esperanza.
Dejarnos conmover por momentos de afecto, inclusión y calidez humana es quizás el antídoto contra los oscuros presentimientos de las nubes de odio, división e ira que se ciernen sobre nuestras cabezas norteamericanas.
Hoy en día, encender la radio, la televisión o leer los periódicos se ha convertido casi en una prueba de resiliencia. Ya el seguimiento de guerras, atrocidades, muertes y campos de refugiados desde hace varios meses es totalmente abrumador, digamos que el clima político de inseguridad, imperialismo y desprecio que reina desde hace varias semanas no ayuda en lo más mínimo.
Recibimos diariamente una dosis de información, declaraciones, actualizaciones sobre el estado del planeta que nos aturde, nos abruma y nos enfrenta a la creciente vulnerabilidad de nuestros equilibrios personales y sociales. Por no hablar de los incendios apocalípticos que estamos presenciando en California como un espectáculo de terror de realidad aumentada.
Todo esto me afecta, me preocupa y me entristece. Sé que no soy el único. Y si somos muchos los que sentimos esta tristeza, quizás podamos, juntos, animarnos unos a otros.
En 2017, durante los atentados contra la mezquita de Quebec, yo era miembro del gobierno. Esta tragedia me perturbó profundamente. Participé en actos de conmemoración, hablé con familias en duelo, asistí a los funerales de tres de las seis víctimas en el Centro de Convenciones de la ciudad de Quebec. Estuve presente para escuchar el discurso del imán Hassan Guillet que dio la vuelta al mundo, un discurso de compasión, de empatía por las víctimas y sus seres queridos, pero también de reflexión sobre la atmósfera tensa y polarizadora de algunos grupos frente a otros.
Es un acontecimiento que lamentablemente nos demostró que la violencia no es sólo prerrogativa de otros, en otros países, en otros lugares. Lo que pase en 2025 con el nuevo equipo en el poder en Estados Unidos no me tranquiliza. Los comentarios que escuchamos alimentan la ira y la intolerancia y pueden alimentar conflictos.
El expresidente estadounidense Jimmy Carter murió en plena temporada navideña. Será recordado por su inmensa labor humanitaria en todo el mundo, incluido su propio país. Todo lo contrario del actual presidente electo.
¿Por qué el péndulo de la historia de los pueblos debe alternar tantas veces entre altruismo y egoísmo, entre benevolencia y omnipotencia, entre servicio público y sed de autoridad, permitiendo que un líder se imponga mediante el desprecio y la venganza, bajo pretextos de imperialismo geopolítico y económico?
Y, sobre todo, ¿por qué debemos provocar la ira, la rebelión y los instintos más bajos, desafiando las cosas extraordinarias que los humanos pueden hacer al servicio de nuestros conciudadanos y el bienestar de la humanidad?
Enseñé psicología, los fundamentos de la naturaleza humana, durante 20 años. Sé muy bien que el bien convive con el mal, que los impulsos agresivos conviven con el amor, el apoyo y la devoción. No me dejo engañar ni ser ingenuo acerca de los lados más oscuros que potencialmente habitan en todos nosotros. Pero ahora, a principios de año, tengo que afrontar el hecho de que 2025 no será color de rosa y que tendremos que afrontar tormentos difíciles.
Es la solidaridad, la ayuda mutua y la bondad –que reside en todos nosotros en algún lugar– a lo que tendremos que recurrir para contrarrestar los fuertes vientos a los que estaremos expuestos. Según las encuestas, la nación quebequense está más feliz que en otros lugares. Aprovechemos esta reserva de felicidad y aprovechémosla para ayudar más que nunca a nuestros vecinos y a nuestros conciudadanos, a los que luchan, a los que tienen hambre, a los que tienen frío, a los que necesitan ayuda. Así es como podemos seguir siendo un pueblo generoso y encontrar significado a nuestro futuro colectivo.
Intentemos interiorizar los mensajes de esperanza y encarnarlos en 2025. Al menos tendremos la sensación de que estamos actuando positivamente en nuestra escala. Deseamos que nuestros líderes se inspiren de la misma manera y alimenten la benevolencia en lugar del desprecio y la intolerancia a través de sus palabras y acciones.
¿Qué opinas? Participa en el dialogo.
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