Una de sus últimas expediciones forma parte del programa “Gran Columna Vertebral de África” que comenzó a mediados de 2022. Con el apoyo de la Iniciativa Planeta Perpetuo de Rolex, su objetivo es explorar las principales vías fluviales del continente africano para protegerlas mejor. Durante cinco semanas, Steves Boyes y los 12 miembros de su equipo evolucionaron a lo largo del río Kasaï, principal afluente del Congo, el segundo río más importante del mundo en términos de caudal. El equipo cree haber descubierto que la fuente del río Kasai ha sido identificada erróneamente y que se origina en las turberas de las tierras altas de Angola. Estos humedales, especialmente pobres en nutrientes, formados por turba, actúan como una esponja gigante, capaz de retener hasta 25 veces su peso seco en agua. Como una torre de agua natural, las turberas almacenan agua durante el período de lluvias y la liberan durante la estación seca, asegurando así un suministro constante de ríos. Según Steve Boyes, cada año fluyen 423 km³ de agua, el equivalente a diez veces el consumo de agua de todo el Estado de California, de la torre de agua situada en las tierras altas de Angola, de donde nacería el río Kasai.
Predecir fenómenos extremos
“Esto significa que potencialmente el nacimiento del río Kasai se encuentra a sólo 20 kilómetros del verdadero nacimiento del Zambeze”, subraya el biólogo de 45 años. También es posible que se haya identificado erróneamente el origen del cuarto río del continente en términos de longitud. Fue en su expedición anterior que Steve Boyes y su equipo intentaron determinar el verdadero origen de este río. “Estos hallazgos tienen implicaciones geopolíticas cruciales”, afirma. Alrededor de 500 millones de personas dependen del suministro de agua de esta región. Para ilustrar la importancia de cartografiar el origen de las cuencas fluviales, el explorador evoca las inundaciones que sumergieron Kinshasa el pasado mes de enero. “Catorce millones de personas y el puerto quedaron bajo el agua. Fue un caos absoluto. Ahora, gracias al conocimiento de los ríos y las cuencas, estamos aprendiendo a predecir este tipo de eventos”, añade.
Los conflictos de larga data en estas regiones son una de las razones por las que han permanecido inexploradas durante tanto tiempo. Para llegar al nacimiento del Kasai, la expedición atravesó Angola, un país plagado de campos minados, legado de décadas de guerra civil, y el equipo tuvo que utilizar un camión blindado especializado durante la primera parte de su viaje. “Fue casi un alivio llegar al río”, recuerda el experimentado explorador. Pero también insiste en el bajo impacto de sus movimientos en los ecosistemas preservados. “Nos desplazamos en motos, a pie, tirando de canoas. La importancia es trabajar con las poblaciones locales para lograr estos resultados”, explica. Porque si hoy, gracias a las imágenes de satélite, los científicos tienen una ligera ventaja sobre los exploradores del siglo XIX o XX, “nada sería posible sin el apoyo de las comunidades locales, de los jefes tradicionales que son el corazón de nuestras expediciones”, explica Steve. Chicos. “Sin su confianza y sin sus secretos, nunca podríamos acceder a tal fuente o bosque sagrado”, testifica además. Este proceso de trabajo requiere tiempo por parte del explorador. “A menudo pasan uno o dos años antes de que alguien confíe en nosotros”, confiesa.
Nada sería posible sin el apoyo de las comunidades locales
Entendiendo los grandes ríos
Esta inmersión en entornos tan alejados de cualquier presencia humana también aporta recompensas a los científicos. “Los hipopótamos y los monos nunca han visto humanos; los pájaros no te tienen miedo. Es extraordinario”, exclama Steve Boyes. Esta investigación forma parte del programa porque, como detalla el biólogo, “no se trata sólo de estudiar los ríos sino todos los paisajes, bosques, montañas y cuencas que crean el propio río. » A pesar de los arduos trabajos de los últimos años, el explorador no tenía intención de quedarse ahí. Durante tres años, el tamaño de los equipos y las operaciones se ha duplicado cada año. “Estamos acelerando el ritmo porque, ante el calentamiento global, es extremadamente urgente comprender los grandes ríos y sus afluentes”. Esta urgencia surge de una amenaza: “Tenemos una oportunidad única de explorar estas regiones increíblemente remotas y de difícil acceso para que se reconozca su importancia y puedan protegerse antes de que las tecnologías permitan su explotación”, afirma Steve Boyes.
Tenemos una oportunidad única de explorar estas áreas tan remotas para que se reconozca su importancia.
La cuestión es tanto más apremiante porque, como repite el explorador: “La historia del hombre moderno comenzó en África y es en África donde se decidirá”. De hecho, hace 100.000 años, durante la Edad del Hielo, las poblaciones humanas se redujeron a un pequeño grupo que vivía en el desierto de Kalahari, cerca del delta del Okavango. Los descubrimientos actuales nos ayudan a comprender por qué África todavía tiene elefantes, rinocerontes y megafauna. Históricamente, la biodiversidad africana ha sobrevivido a glaciaciones y peligros climáticos, a diferencia de la presente en otros continentes. Desde allí el hombre moderno pobló el planeta. El explorador recuerda también las cifras que resumen la importancia de este continente. África tiene 1.400 millones de habitantes, tantos como China o la India. “Tenemos una tasa de fertilidad de cuatro. Uno de cada dos bebés que nazcan en 2050 será africano. Dos tercios de las tierras cultivables no explotadas del planeta se encuentran en nuestro continente. Las decisiones que tomemos en los próximos veinticinco años determinarán el futuro climático de todos los habitantes del planeta”, subraya el biólogo sudafricano.
Pero la importancia que el biólogo tiene para su continente se explica por mucho más que estas cifras: “Lo más importante es que estamos descubriendo que África es mucho más resiliente a los impactos del cambio climático de lo que pensábamos”.
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