Los distintos mercados de carbono -que algunos califican como el “derecho a contaminar”- son duramente criticados por su complejidad, su opacidad y su ineficacia para reducir eficazmente las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. A pesar de estos obstáculos, constituyen una herramienta útil para financiar proyectos en los países del Sur.
Un primer mercado de carbono sólo afecta a los intercambios bilaterales entre Estados, y es un mecanismo que Suiza valora especialmente en su estrategia climática: “Suiza es uno de los países más dinámicos, junto con otros países como Singapur, Suecia o Japón”, confirma Christian De Perthuis, especialista en mercados de carbono y profesor de economía en la Universidad Paris Dauphine.
El plan es bastante sencillo: Suiza financia proyectos de reforestación o de energías renovables en los países del Sur y, sobre esta base, “calcularemos un cierto número de reducciones de emisiones financiadas gracias a Suiza, parte de las cuales se pueden integrar en su contribución a la objetivo del Acuerdo de París”, explica.
Un segundo mercado se refiere al sector de las empresas privadas, que pueden vender y comprar cuotas cuando superan su techo de emisiones de gases de efecto invernadero. Por tanto, estas empresas intercambian el derecho a contaminar toneladas de CO2 y los precios evolucionan según la oferta y la demanda. Se negocia una cuota, equivalente a una tonelada de CO2, que oscila entre 1 y cien francos.
Ley de la selva
Pero en ausencia de regulación, estos créditos y cuotas de carbono intercambiados no corresponden realmente a toneladas de CO2 evitadas o secuestradas. Y algunos vendedores inflan el impacto ecológico positivo de sus proyectos para vender tantos créditos de carbono como sea posible, lo que corresponde a lavado verde.
Según numerosos estudios, la eficacia climática de determinados proyectos también es cuestionable, en particular varios proyectos financiados por Suiza, como una red de autobuses eléctricos en Bangkok.
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“El mercado para estos proyectos no reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, simplemente cambia el lugar donde se realizan estas reducciones de emisiones”, resume Christian De Perthuis.
Por lo tanto, el sistema actual no es adecuado para la emergencia climática y ofrece derechos de contaminación a los mayores emisores, es decir, las grandes empresas y las economías de los países ricos. Por tanto, no es una solución a largo plazo. Pero este mercado de carbono sigue siendo una forma de financiar la transición climática en los países del Sur Global. Queda por encontrar la fórmula adecuada con créditos de carbono eficaces, transparentes e impecables. Esto es lo que está en juego durante esta COP29.
El lunes por la tarde se aceptó un primer marco internacional para un mercado de carbono supervisado por la ONU. Pero sigue estando lejos de ser perfecto a los ojos de muchas ONG.
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