Publicado el 15 de noviembre de 2024 a las 19:58 horas. / Modificado el 15 de noviembre de 2024 a las 20:03 horas.
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Hasta el siglo XIX, la mayoría de los europeos dividían la noche en dos bloques de sueño. Mientras tanto, rezaban, fumaban, meditaban, hacían el amor o hacían las tareas del hogar.
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Hoy en día, el sueño bifásico está experimentando una nueva popularidad. Algunos ensalzan sus virtudes, incluida la capacidad de realizar tareas complejas al despertar.
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Considerado virtuoso o más problemático (despertarse por la noche podría diagnosticarse como insomnio), este tipo de sueño no tiene ventajas ni desventajas documentadas.
3:30 am París. Georges ya lleva media hora despierto. Sin embargo, este cuarentón de figura esbelta, porte orgulloso y aspecto siempre ocupado, no hace ninguno de esos trabajos matutinos que llaman la atención al amanecer. Georges no es panadero, ni cartero, ni pescador. Es independiente: “Intento organizar mis horarios como mejor me parece”, dice mientras bebe con delicadeza su zumo de manzana en este bistró del distrito 10 de la capital donde parece tener sus costumbres. Georges es lo que llamamos un partidario del “sueño bifásico”, una forma de descanso en la que el sueño se divide en dos bloques de duración aproximadamente igual, el “primer sueño” y el “segundo sueño”, separados por un período de espera que dura aproximadamente un hora, dedicada a diversas actividades.
“Hasta la época contemporánea, una hora o más de estar despierto en mitad de la noche interrumpía el descanso de la mayoría de los habitantes de Europa occidental”, recuerda el historiador británico Roger Ekirch, especialista en la era moderna y autor de. La gran transformación del sueño. Cómo la revolución industrial cambió nuestras noches. Publicada en 2021 por Editions Amsterdam y publicada este año en edición de bolsillo, la obra, que reúne dos de sus artículos sobre el tema, representa la primera traducción de su obra al francés. Según la tesis que defiende, esta forma de dormir no habría afectado sólo a “los pastores y leñadores conocidos como amantes de la siesta”. Los miembros de cada hogar tenían la costumbre de levantarse de la cama para orinar, fumar un poco de tabaco o incluso visitar a sus vecinos. Muchas personas se quedaron en la cama e hicieron el amor, rezaron o, lo que es más importante, meditaron sobre el contenido de los sueños que normalmente precedían a este despertar”, continúa el profesor de historia del Instituto Politécnico de Virginia.
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