Mélissa, casada y madre de cuatro hijos, tiene 32 años y lleva años prestando cuidados como enfermera. “No podía imaginarme continuar con el horario del hospital y dejar a mis hijos al cuidado de otra persona. Si tengo hijos es para verlos crecer, apoyarlos e inculcarles nuestros valores”declara. Esto es lo que empujó a Laure y Adrien a cambiar a esta forma de vida. “Compramos una cabaña de 36m2 y 3 hectáreas de bosque. Dormimos 4 personas en una cama, tenemos estufa de leña. Todo es casero o lo más local posible”, testifica quien intentó cumplir con las expectativas de su familia de empresarios. “Tuve que trabajar más para equilibrar las cuentas. Cada uno ayuda donde mejor puede”.añade su socio, convencido de que este modelo tradicional se adapta a la mayoría de personas.
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¿Antifeminista?
Esta dependencia financiera molesta a algunas personas. Las francesas niegan ser antifeministas. “Tener una opción es feminismo. No quería tener una carrera pero puedo volver a trabajar”.argumenta Tatiana.
Para Mélissa, estas críticas van contra el feminismo y exigen que respetemos las decisiones de todas las mujeres. “Prefiero compartirlo todo con el hombre que he elegido, a quien amo, en quien tengo toda mi confianza, antes que enriquecer a un empleador. Nuestro estilo de vida es una sociedad: yo gestiono desde dentro, él gestiona desde fuera. Confío en él para satisfacer las necesidades financieras de nuestras vidas y él confía en mí para garantizar la distribución de las finanzas de acuerdo con las necesidades domésticas, mientras criamos a nuestros hijos”.
Estas parejas tradicionales defienden en las redes sociales otro modelo que ya no se ofrece y que pone de relieve la complementariedad de roles. Y, afortunadamente, estas mujeres son agradecidas por las madres amas de casa que se sienten abandonadas y mal vistas por la sociedad.
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