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Lecciones de los primeros inmigrantes judíos a Palestina

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La Ciudad Vieja de Jerusalén, marzo de 2015. TOMÁS COEX / AFP

lEl surgimiento gradual del sionismo, como movimiento que propugnaba la reunión del pueblo judío en la tierra de Israel, fue particularmente complejo. En efecto, fue ante todo la corriente evangélica del protestantismo anglosajón la que, desde mediados del siglo XIXmi siglo, defendió una forma de sionismo cristiano, según la cual el cumplimiento de las profecías bíblicas depende de la “restauración” del pueblo judío en Tierra Santa. Sólo a partir de 1882 los Amantes de Sión y otros grupos de activistas judíos en el Imperio ruso organizaron, en respuesta a la ola de pogromos antisemitas, una primera ola de emigración a la Palestina otomana.

Es por el término hebreo dealya ¿Qué se denomina esta “ascensión” hacia Tierra de Israella “tierra de Israel”. Las autoridades otomanas estimaron entonces la población de Palestina en 465.000 habitantes, de los cuales 405.000 musulmanes, 45.000 cristianos y 15.000 judíos. Estas estadísticas, elaboradas a efectos fiscales, no tienen en cuenta ni a los beduinos ni a los aproximadamente 9.000 judíos de nacionalidad extranjera, ni a los que se benefician de la protección de un consulado europeo en Jerusalén.

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Pioneros demasiado poco conocidos

Esta primera alya ha sido descuidada con demasiada frecuencia, porque anticipa la conceptualización del término “sionismo” (en 1890, por Nathan Birnbaum) y la fundación oficial del movimiento sionista (en 1897, en Basilea, por iniciativa de Theodor Herzl). . Está, además, marcado por el carácter heterogéneo de los movimientos, a menudo en competencia, que lo componen: los Amantes de Sión, liderados desde Odessa, que intentan desviar hacia Palestina una parte, incluso limitada, del flujo de emigración judía hacia la región. Estados Unidos; los Bilu, animados desde Járkov y designados con las siglas hebreas “casa de Jacob, ve y iremos”; Los hijos de Moisés, discípulos de Asher Guinzbourg, nacido cerca de Kiev, que optaron por hebraizar su nombre en Ahad Haam, o “uno del pueblo”. La dimensión ucraniana de este primer alya es fundamental, como lo es su determinación de transformar el hebreo de una lengua religiosa a una lengua nacional.

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El voluntarismo de tal hebraización se refleja en el lema pronunciado desde Jerusalén por Eliezer Ben Yehouda: “Un pueblo, una tierra, una lengua”. Este tríptico hace eco de diferentes nacionalismos europeos y establece un vínculo inquebrantable entre el pueblo judío, la tierra de Israel y el hebreo moderno. Pero los pioneros de esta primera alya, ellos mismos divididos, deben enfrentarse a la hostilidad de las comunidades judías establecidas desde hace mucho tiempo en Palestina y dedicadas al estudio y la oración en las escuelas rabínicas de Jerusalén, Hebrón, Safed y Tiberíades.

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