¿Mago o charlatán? Cuando el negocio de un “hacedor de lluvia” provoca una de las inundaciones más grandes en la historia de California

¿Mago o charlatán? Cuando el negocio de un “hacedor de lluvia” provoca una de las inundaciones más grandes en la historia de California
¿Mago o charlatán? Cuando el negocio de un “hacedor de lluvia” provoca una de las inundaciones más grandes en la historia de California
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“El ayuntamiento firmó ayer un contrato con Hatfield, el acelerador de humedad”, informó la Unión de San Diego en un día soleado de diciembre de 1915. ¿El acelerador de la humedad, dices? Una frase cuanto menos, pero hay que decir que la situación es grave en la gran ciudad de California. En medio de una sequía, cuando el depósito de agua de la ciudad amenaza con secarse, San Diego decide ir a lo seguro contratando a Charles Mallory Hatfield. Este hombre, un vendedor de máquinas de coser reconvertido en “hacedor de lluvia”, prometió llenar el tanque hasta que se desbordara en diciembre de 1916, por la considerable suma de 10.000 dólares. “Todos los concejales están a favor del contrato, excepto Fay (un miembro del consejo), que dice que es pura locura.”

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A las autoridades les parece obvio recurrir a un generador de lluvia para resolver esta grave sequía. Hay que decir que Charles Hatfield no es ajeno al controvertido campo de la siembra de nubes. Ya en 1904 hizo una apuesta audaz en Los Ángeles, garantizando 46 centímetros de lluvia entre diciembre y abril. La apuesta dio sus frutos, cobró 1.000 dólares y su reputación despegó. Los periódicos, aficionados a este pintoresco personaje, comenzaron a informar de sus hazañas, contribuyendo a su fama hasta en lugares tan lejanos como Londres. Los meteorólogos, por su parte, rechinan los dientes y califican de absurdas sus afirmaciones. Pero la opinión pública, seducida por la idea de un hombre capaz de domar el cielo, ignoró el escepticismo.

San Diego, el punto de inflexión

Presentada su reputación, volvamos a San Diego. Una vez firmado el contrato con las autoridades municipales, Charles Hatfield se apresuró a poner en práctica su talento. Y obviamente funciona. Desde principios de 1916, la lluvia empezó a caer lentamente y luego con mayor intensidad. Los vecinos, inicialmente encantados, empiezan a preocuparse. La lluvia ya no para. Los ríos se desbordan, los diques ceden y pronto la situación se vuelve catastrófica. Los deslizamientos de tierra y las inundaciones arrasaron casas y provocaron la muerte de una veintena de personas (aunque el número varía, según las fuentes, entre veinte y cincuenta víctimas, ndr.).

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Lo que se conoce como “la inundación de Hatfield” es un desastre en términos de imagen, pero también de material. Los daños se estiman en 3,5 millones de dólares. Pero eso no impide que Charles Hatfield exija su salario, creyendo haber cumplido su parte del contrato. Una solicitud que será rechazada por la ciudad, dada la magnitud del daño que habría causado su invento. El consejo municipal va aún más lejos y le pide que pague los costes provocados por la catástrofe. Un desacuerdo entre ambas partes que desembocará en los tribunales, donde el contratista presentará una denuncia contra el ayuntamiento para reclamar sus cuotas.

El juicio se prolongó hasta 1938 y finalmente concluyó que el mal tiempo era un desastre natural, exonerando a Hatfield de toda responsabilidad pero también privándolo de sus honorarios de 4.000 dólares.

¿Profesional o charlatán?

Si bien este hecho dañó seriamente su reputación en la región, no le impidió vivir de su profesión hasta enero de 1958, fecha de su muerte. En su trayectoria: más de 500 éxitos, según fuentes de la época, a precios que oscilaban entre 50 y 10.000 dólares.

La pregunta que todo el mundo podría hacerse legítimamente es ¿cómo logró Charles Hatfield su objetivo? Si asumimos que realmente es un “hacedor de lluvia”, esto sería una fórmula puramente química. Sus primeros experimentos, realizados primero en la cocina de su propia casa, involucraron una mezcla de 23 químicos destinados a atraer vapor de agua. Hatfield afirma que su mezcla no genera lluvia, sino que atrae las nubes, dejando que la naturaleza haga el resto. Usando torres altas para liberar su mezcla, afirma que el olor liberado, “similar a la de una quesería en Limburgo”atrae nubes de lluvia.

Charles Hatfield, el “hacedor de lluvia”. ©Wikipedia

En cualquier caso, a pesar de sus contratiempos, Charles Hatfield tiene un talento innegable para la dirección. Al menos eso es lo que concluyeron los investigadores ante tanto éxito del ex vendedor de máquinas de coser. Su capacidad para predecir las precipitaciones, basándose en un estudio cuidadoso de los registros meteorológicos, y su sentido del tiempo lo convierten en un maestro de la ilusión. Al aceptar contratos principalmente durante los meses de noviembre a marzo, un período naturalmente lluvioso en California, maximiza sus posibilidades de éxito. En su momento, esto no impidió que autoridades y particulares, principalmente propietarios de granjas, confiaran en el famoso “hacedor de lluvia” para resolver los problemas de sequía.

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