En un gesto tan espectacular como inesperado, el jefe de la Iglesia de Inglaterra, el doctor Justin Welby, presentó su dimisión el martes 12 de noviembre. Una decisión tomada una semana después de que se revelara, en un informe independiente, la mala gestión por parte de la Iglesia Anglicana de la situación de un laico culpable de agresiones sexuales a niños durante más de cuarenta años. Justin Welby, que es también primado de 85 millones de anglicanos en todo el mundo, está acusado de no haber denunciado estos hechos a las autoridades en 2013, a pesar de que estaba al tanto de ellos. Podemos decir con razón que esta decisión llega muy tarde y, sobre todo, que llega, una vez más, a raíz de un informe que revela hechos muy antiguos…
Sin embargo, la renuncia del Dr. Welby es también una señal fuerte y clara enviada a todos los jefes de instituciones y líderes de opinión de este planeta. Esto es aún más cierto en el caso de los líderes religiosos, cuyos seguidores a menudo esperan que les ayuden a distinguir el bien del mal. Un magisterio moral que va de la mano de una responsabilidad: la de saber reconocer los propios errores y retirarse cuando la situación lo requiera. Ante las tragedias de la violencia sexual que tan a menudo golpean a sus instituciones, los creyentes esperan que den un ejemplo infalible. En nombre del respeto a su propia institución, a su fe en Dios y a las víctimas.
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