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de la democracia
Para sobrevivir, las democracias no sólo deben ser liberales, sino sobre todo redistributivas. Pero la mayoría de la gente se está empobreciendo.
Crónico Publicado hoy a las 18:58 horas.
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Recuerde “El fin de la historia” en los años 90. La democracia liberal, después de algunos altibajos, gobernaría el mundo. Francis Fukuyama, un pensador de Chicago, tuvo gran éxito con este concepto que pretendía ser alentador. El fin de la historia fue visto como una especie de final feliz a favor de Occidente. Todos iban a terminar bastante ricos y bastante libres, en resumen, en el orden que quisieras.
No salió según lo planeado. Y si el liberalismo funcionara, millones de lectores exigirían el reembolso del maldito libro de Fukuyama.
Pensé en esto en un momento en el que muchos predicen un retroceso democrático general. Porque Señor Trump, por supuestoaprendiz de sátrapa sin embargo elegido por su pueblo. Pero el descenso también se vería en Francia, Indonesia, Italia, Alemania, El Salvador, Países Bajos, etc.
Objetemos que la idea de esta amenaza contra la democracia es cuestionable. No hay inevitabilidad para los déspotas novatos, como han señalado los brasileños que se deshicieron de Bolsonaro, o los indios que hicieron que Narendra Modi perdiera su mayoría absoluta en el parlamento. Ciertos estudios, citados por el “New York Times”, muestran que el número de gobiernos derrocados en las urnas, signo de salud democrática, se ha mantenido estable en el planeta durante los últimos veinte años. Algunos países también están viendo un aumento de la participación, como en Alemania. Esto suele beneficiar a los extremos, pero no es menos democrático.
Más bien, debemos admitir que las democracias liberales han adoptado la muy mala costumbre de confundir – ¡qué error! – democracia y liberalismo. Y esto es lo que angustia a los votantes, que pierden así la confianza en sus líderes. El liberalismo sólo tiene sentido si va acompañado de una redistribución de la riqueza. Esto hacia la mayoría de la población: clases medias, familias, empleados, empleados modestos.
Sin embargo, durante treinta años, desde la izquierda socialdemócrata hasta la derecha conservadora, nada ha funcionado en términos de compartir los éxitos económicos y las ganancias de productividad: ¿crees que Elon Musk transferirá decenas de miles de millones de dólares a sus empleados? ¿Acaba de ganar en bolsa durante los últimos días? Evidentemente no, por eso sus acciones suben aún más.
La mayoría de la gente, tanto en Estados Unidos como en Suiza, sigue empobreciéndose desde hace treinta años mientras repetimos, desde la izquierda bohemia hasta la derecha clásica, que la economía está “bien funcionando” y que el número de multimillonarios está aumentando. Por eso la tentación de los extremos y de la locura se vuelve tan fuerte: las democracias liberales decepcionan terriblemente a sus votantes. Porque para sobrevivir no sólo deben ser liberales, sino sobre todo redistributivos. Fukuyama cometió un error.
Christophe Passernacido en Friburgo, trabaja en Le Matin Dimanche desde 2014, después de haber trabajado en particular en Le Nouveau Quotidien y L’Illustré. Más información
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