Alimentos excesivamente procesados, pobres en frutas y verduras, demasiado salados: los malos hábitos tienen un coste sanitario oculto de más de 8 billones de dólares al año, estima la FA0, que pide “medidas urgentes” para transformar los sistemas agroalimentarios.
Estos 8.100 mil millones están relacionados con pérdidas de productividad debidas a enfermedades causadas por nuestra dieta (diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares, etc.), según el informe anual elaborado por la agencia de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura.
Este costo en gran medida invisible se suma a los costos de salud ya conocidos y bien identificados, en particular los gastos médicos. Suficiente para duplicar la factura sanitaria real de nuestros alimentos.
“Decir que esto se duplica (la factura) es un orden de magnitud razonable”, confirma David Laborde, director de la División de Economía Agroalimentaria de la FAO.
Este impacto en la salud representa a nivel global el 70% de todos los costos ocultos de la producción de alimentos, lo que también tiene costos ambientales, sociales, etc.
Productos refinados
Responsables de la mitad de este coste sanitario: una dieta pobre en cereales integrales (en favor de los productos refinados, fenómeno generalizado excepto en algunos países africanos o en la India), dietas bajas en frutas (que afectan a todo el mundo) y dietas ricas en sal. .
Luego vienen las dietas ricas en carnes procesadas (embutidos, embutidos, etc.), carnes rojas, bajas en verduras, etc.
Hasta el 10% del PIB
Dependiendo del país, esta carga oculta representa hasta el 10% del PIB, particularmente para ciertos estados emergentes, señala el informe, que cubre 153 países y el 99% de la población mundial. Esta estimación es mínima, porque el cálculo no incluye los fenómenos de desnutrición, que también son costosos, subraya la FAO.
¿Qué hacer? La FAO destaca “la necesidad de compromisos nacionales más ambiciosos” y ve un papel para todos, desde el productor hasta el consumidor.
“Costo invisible”
La organización advierte del riesgo de que estos cambios recaigan principalmente en los agricultores, situados “en primera línea”.
“Las cadenas de suministro cada vez más globalizadas y un desequilibrio de poder a menudo hacen que el peso del cambio recaiga en partes vulnerables como los productores, quienes se enfrentan a mayores costos regulatorios y presiones a la baja sobre los precios”, señala el informe.
Este coste sanitario “que soporta la comunidad es invisible y, por tanto, nadie le presta atención y, por tanto, nadie quiere realmente resolver este problema”, observa David Laborde a la AFP.
Salir de la “trampa”
Hay que “salir de la trampa actual, en la que el consumidor no quiere pagar, el transformador no quiere pagar, el Estado dice ‘no tengo dinero’, y donde tendemos a transferir estos costos al “agricultor”. “, dice, con la consecuencia inmediata de manifestaciones como las que se vieron en Europa el invierno pasado y, en última instancia, una disminución de las vocaciones.
Los productores agrícolas deben tener acceso a tecnologías, recibir pago por sus servicios ecosistémicos y las certificaciones (orgánicas, de comercio justo, etc.) son una herramienta para obtener mejores ingresos, enumera el informe.
Toma las decisiones correctas
“La agroindustria y los inversores tienen un papel importante que desempeñar”, insiste también. Por último, los consumidores constituyen “la última y vital pieza del rompecabezas” al elegir alimentos saludables y producidos de forma sostenible.
Para ello, “los incentivos financieros, las campañas de información y las regulaciones pueden apoyar el cambio, particularmente para los hogares más vulnerables”, cuando “en muchos países, las poblaciones soportan la doble carga de desnutrición/sobrepeso o enfermedad”.
Por ejemplo, gravar las bebidas azucaradas o subsidiar las frutas y verduras produce “resultados positivos”, señala el informe.
Voluntad política necesaria
“La comunidad internacional siempre puede esperar que la innovación resuelva los problemas de los sistemas agroalimentarios, pero la innovación por sí sola probablemente no los llevará hacia la sostenibilidad: su gobernanza debe cambiar gracias a la voluntad política”, insiste la FAO.
Este artículo fue publicado automáticamente. Fuentes: ats/afp