El debilitado Polisario demuestra una vez más el impasse estratégico de Argelia, mientras los aliados del régimen de Argel caen uno tras otro. La historia será despiadada con el aparato estatal que estrangula al país desde 1962 y que también podría enfrentarse a todo para asegurar su supervivencia.
El anuncio de la voluntad del Polisario, citado por el sitio de referencia estadounidense Bloombergd’“intensifica tu lucha” contra Marruecos, en particular mediante ataques militares, revela una vez más el impasse estratégico en el que se encuentra Argelia. Al persistir en alimentar un conflicto sin solución, Argel no parece aprender las lecciones de los amargos fracasos observados en contextos similares, como los enfrentamientos indirectos de Irán y Hezbollah con Israel, que cambiaron el mapa de Oriente Medio este año. año.
Un conflicto asimétrico con consecuencias desastrosas para Argelia
El Polisario, apoyado financiera, diplomática y logísticamente por Argelia, intenta modelar su estrategia a partir de la de actores como Hezbollah, pero sin disponer de los activos tácticos o geopolíticos que permitieron a este último sobrevivir en un conflicto asimétrico prolongado. A diferencia de Irán y su aliado libanés (ahora muy debilitado), Argelia no tiene ni la profundidad estratégica ni la red de alianzas para hacer frente a una potencia regional en ascenso sólidamente anclada como Marruecos.
Desde el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara en diciembre de 2020, seguido del apoyo abierto de Francia, Marruecos ha logrado éxitos políticos, diplomáticos y económicos. Grandes proyectos de infraestructuras, como el puerto de Dajla Atlántico o las inversiones en energías renovables, marcan una integración irreversible de la región en el reino. Frente a este crecimiento, las acciones esporádicas del Polisario parecen no sólo ineficaces sino contraproducentes, sino que preocupan a las cancillerías occidentales.
El coste económico y diplomático para Argelia
El apoyo de Argelia al Polisario parece un abismo financiero sin fin. El gasto en armamento, propaganda y lobby internacional absorbe recursos cruciales, en detrimento de una economía rentista en crisis. La deuda pública de Argelia se está disparando y el desempleo juvenil endémico está acentuando una inestabilidad social palpable. Sin embargo, Argel persiste en financiar una organización que no tiene ni la capacidad ni la legitimidad internacional para cambiar el orden establecido.
Además, esta postura aísla aún más a Argelia en la escena internacional. La Unión Africana, que alguna vez fue un bastión de apoyo al Polisario, está avanzando rápidamente hacia una posición más favorable a Marruecos, en particular gracias a la eficaz ofensiva de Rabat. Argelia, por otra parte, se considera atrapada en una lógica de Guerra Fría, incapaz de adoptar una visión pragmática para aliviar las tensiones regionales y las crisis cada vez más graves con sus vecinos directos.
Una repetición de los errores de Hezbollah e Irán
Al igual que Irán con Hezbollah frente a Israel, Argelia parece creer que un conflicto de baja intensidad será suficiente para desestabilizar a un adversario superior en términos de capacidades militares y económicas. Pero esta lógica resulta desastrosa y podría, a largo plazo, exponer la precariedad del régimen argelino. En lugar de debilitar a Marruecos, apoyó irrevocablemente su posición internacional. El acercamiento estratégico entre Rabat, Washington y París, así como el establecimiento de asociaciones económicas con potencias emergentes como China e India, han otorgado a Marruecos una talla regional muy notable.
Hezbollah, que perdió a todos sus principales líderes en 2024, incluso se había beneficiado de la asistencia de un Estado como Irán, dotado de capacidades balísticas, influencia probada y acceso indirecto a las aguas del Mediterráneo. El Polisario, por su parte, sigue confinado en unos pocos focos desérticos y depende casi exclusivamente de la generosidad de los donantes internacionales. Esta asimetría reduce sus acciones a un teatro de símbolos, incapaz de influir en la realidad estratégica sobre el terreno.
Al aumentar las provocaciones militares a través del Polisario, el régimen argelino corre el riesgo de hundirse en una confrontación que podría constituir una gran amenaza para su sostenibilidad. Esta estrategia no sólo atrofia aún más su economía y su diplomacia, sino que también ofrece a Marruecos una oportunidad de oro para fortalecer su posicionamiento regional y aumentar sus derechos y el apoyo a su soberanía nacional. La historia, y especialmente este año, ha demostrado que los conflictos prolongados y mal calibrados terminan volviéndose contra quienes los instigan. Si Argelia no aprende de sus errores y persiste en inspirarse en modelos fallidos, como el de Irán y Hezbolá, se expone a un aislamiento aún más profundo y a un debilitamiento irreversible de su estatus estatal.
Un estancamiento militar amplificado por desequilibrios estructurales
El apoyo de Argelia al Polisario queda ilustrado por una escalada militar que, a pesar de los anuncios, sigue siendo técnicamente limitada. Si Argel ha reforzado sus adquisiciones de armas sofisticadas (en particular, drones chinos Ala Loong II y los sistemas de defensa rusos S-400), este equipamiento no es adecuado para enfrentamientos asimétricos en un entorno desértico. Los magros ataques del Polisario (como el de Mahbès en noviembre), principalmente fuego de artillería de largo alcance o emboscadas limitadas, no tuvieron ningún efecto sobre las fuerzas marroquíes, protegidas por tecnologías avanzadas como los drones israelíes. Harop y Garzao radares americanos AN/TPS-77.
Marruecos ha reforzado su muro de defensa con sofisticados sistemas de vigilancia electrónica, apoyados por patrullas periódicas. Este dispositivo hace casi imposible cualquier incursión militar del Polisario. Informes recientes muestran que los ataques del Polisario se limitan a zonas cercanas a Tinduf, lejos de los principales ejes económicos o de infraestructuras en desarrollo en las provincias del sur. La superioridad logística marroquí se ve reforzada aún más por el acceso directo de Rabat a las tecnologías militares occidentales, en particular gracias a sus asociaciones con Israel y Turquía.
Un debilitamiento político del Polisario en la escena internacional
A nivel diplomático, la erosión del apoyo al Polisario es evidente. En 2024, varios países africanos, como Togo y Cabo Verde, abrieron consulados en las ciudades saharauis de El Aaiún y Dajla, ratificando aún más el reconocimiento de la soberanía marroquí. Estos gestos, lejos de ser simbólicos, reflejan un giro geopolítico a favor de Rabat.
Al mismo tiempo, la estrategia de aislamiento llevada a cabo por Argelia está llegando a sus límites. Su retirada de foros regionales como el Diálogo 5+5 o su negativa a participar en iniciativas de cooperación económica mediterránea le excluye de las corrientes que unen al Magreb y Europa. Marruecos, por su parte, está capitalizando estas abdicaciones para fortalecer su papel como pivote regional. El reconocimiento por parte de Israel de la soberanía marroquí sobre el Sáhara en julio de 2023 no ha hecho más que amplificar esta tendencia, al integrar a Rabat en asociaciones tripartitas estratégicas con Washington y Tel Aviv.
Crecientes riesgos internos para Argelia
Internamente, el apoyo incondicional de Argelia al Polisario está alimentando un creciente descontento entre la población argelina, enfrentada a una aguda crisis económica. En 2023, las reservas de divisas del país cayeron a menos de 50 mil millones de dólares, un nivel crítico para una economía altamente dependiente de los hidrocarburos. La financiación de los campamentos de Tinduf y de las operaciones militares del Polisario se realiza a expensas de inversiones en infraestructuras públicas y de diversificación económica, según informes oficiales.
Además, la excesiva militarización de la diplomacia argelina encubre una realidad política cada vez más inestable. El régimen argelino, bajo la presidencia de Abdelmadjid Tebboune, enfrenta protestas latentes, particularmente de jóvenes desilusionados. Según datos recientes, la tasa de desempleo entre los menores de 30 años supera el 35%, mientras que la inflación alcanza niveles preocupantes (más del 10% en 2024). Estas tensiones internas, exacerbadas por una gestión opaca de los recursos y una mayor represión de los opositores (el asunto Sansal sacude el eje París-Argel) podrían intensificarse si la población percibiera el apoyo al Polisario como un desperdicio de recursos vitales.
Una dinámica económica irreversible en las provincias del sur
Del lado marroquí, la evolución económica en el Sahara avanza a un ritmo acelerado. Se espera que proyectos emblemáticos, como el puerto de Dakhla Atlantique, transformen la región en un centro logístico clave que una el África subsahariana con Europa. Este puerto, financiado con diez mil millones de dírhams, pretende competir con los grandes centros regionales como Tánger Med, al tiempo que atrae inversiones privadas en sectores como la agroindustria y la exportación de energía verde.
En el ámbito energético, Marruecos también ha puesto en marcha proyectos a gran escala para explotar los recursos eólicos y solares del Sahara. El complejo solar de Boujdour, combinado con los proyectos eólicos de Tarfaya, podría permitir a Marruecos exportar electricidad a Europa a través de cables submarinos. Estos logros sitúan a las provincias saharauis en un mecanismo de desarrollo sostenible y estructurado, en abierta oposición al argumento del Polisario sobre un “saqueo ilegal” de los recursos naturales, retórica ahora rechazada.
En lugar de persistir en un frente perdido, Argelia debería reevaluar su posición y entablar un diálogo pragmático para evitar una marginación más profunda, según aprendió Abdelmadjid Tebboune de los diversos emisarios diplomáticos con los que se reunió recientemente. La aplicación de esta estrategia equivale a un suicidio geopolítico y económico, que podría tener repercusiones mucho más allá de sus fronteras, especialmente con la toma de posesión de Donald Trump que se avecina en enero de 2025.
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