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“El tenis italiano triunfa con Sinner y Berrettini: el fútbol pierde terreno”

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Un cuarteto persigue a Conte

Volviendo al campeonato, decíamos que el Nápoles ha vuelto a la cima gracias a un gol de Lukaku (único destello, pero decisivo) que permitió a Conte vencer a su amigo Ranieri, que volvió al banquillo de los Giallorossi. Salida en falso de Ranieri, aunque la Roma, a pesar de construir poco (sólo un larguero de Dovbyk), salió con la cabeza en alto. Para el Napoli, que no gana desde finales de octubre, tres puntos preciosos para evitar ser atrapado por el tren perseguidor. Un tren al que también quedó enganchada la Lazio, vencedora por 3-0 en el aplazamiento ante el Bolonia. El equipo de Baroni, con el viento a favor, aprovechó su superioridad numérica en el minuto 35 para expulsar a Pobega, que fue sancionado con una segunda tarjeta amarilla. Un momento mágico para los biancocelesti que, manteniendo la segunda plaza, continúan su persecución ante el Napoli. Aunque gane, seamos realistas, no se vuelve loco. Anota poco, crea pocas ocasiones. Al final Lukaku lo soluciona todo, incluso cuando juega mal. Lo que, sin embargo, quería Conte.

El Inter vuelve a rugir

Por primera vez, quizás gracias a la rendición del Verona (cinco goles en media hora), el equipo de Inzaghi transmitió la sensación de volver a los niveles del año pasado. Cinco goles fuera de casa, por así decirlo, no había marcado desde 1964, cuando goleó a la Sampdoria en Génova. Pero más allá de las referencias estadísticas, los nerazzurri parecen haber redescubierto la justa malicia del más fuerte. Inzaghi tiene una enorme ventaja: la de un banquillo extragrande que le permite rotar en los dos frentes (campeonato y Champions) sin verse demasiado afectado. Con Lautaro afiebrado, esta vez tomó el relevo Joaquín Correa, un talento de primer nivel que hasta ahora se había mantenido al margen. El argentino, además del gol, pegó en dos palos, dando también dos asistencias dignas de mención. Luego, con Thuram liberado (doblete en dos minutos), todo salió bien y los nerazzurri pudieron ahorrar energías para el partido de mañana contra el Leipzig, por último, pero no menos importante, en la Liga de Campeones.

La Diosa ya no se esconde

El Atalanta, que ahora se mueve como un gran equipo (3-1 en Parma, séptimo éxito consecutivo en la liga), convence incluso a los escépticos. Esconderse ahora es difícil. Lo que llama la atención es la determinación con la que la Diosa entra al campo. Enseguida marca con Retegui. Sufrió un ligero descenso al inicio de la segunda parte, pero luego ya no concedió nada, pensando ya en el partido de Berna contra el Young Boys. La impresión es que Gasperini también está pensando en una maravillosa idea para el Scudetto. El suyo es ya un proyecto definido. Quizás no gane el título, pero si eso sucede, nadie se sorprenderá. El papel del Atalanta lo ocupa también la Fiorentina, que, al ganar en Como (0-2), consiguió su séptimo triunfo consecutivo, manteniendo el ritmo del grupo perseguidor. Adli abre el marcador, cada vez más dueño del centro del campo, y dobla al habitual Kean, ya con nueve goles como Thuram.

Es mejor correr un velo de misericordia sobre Milán y Juventus, que han ido 0-0 por orquitis aguda. Algunos se distinguen subrayando que los bianconeri, sin atacantes, lograron el objetivo deseado: otro empate (el séptimo) que confirma la solidez de su defensa en un partido en el que a los rossoneri les habría tocado ganar para no perderse el tren del Scudetto.

Consideraciones acertadas que, sin embargo, dejan de lado un aspecto no secundario: que Thiago Motta llegó a Turín no para emular a Allegri sino para traer un estilo de fútbol más fresco y sin escrúpulos. Este gran cambio, sin embargo, aún no se ha visto. Todos reiteran que el equipo de Motta está creciendo, pero considerando cómo está funcionando el cuarteto perseguidor, será bueno que el reflexivo Motta haga un movimiento. No tanto por la diferencia (cuatro puntos) con los líderes, sino porque da la sensación de estar satisfecho, de tener el brazo corto en un campeonato, sin embargo, donde los rivales aumentan las revoluciones.

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