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El Canciller interpreta al estadista genial

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Caren Miosga allerdings, die sich in dieser geschichtsträchtigen Woche exklusiv über den Kanzler als Gast in ihrer Sendung freuen darf und dafür auf die sonst üblichen Hilfstruppen verzichtet, will es noch einmal ganz genau wissen: Warum sich Scholz in seiner beinahe schon legendären Pressekonferenz in beinahe ehrabschneidender Weise über den Charakter von Finanzminister Christian Lindner ausgelassen habe; warum er sich persönlich so verletzt gezeigt habe; ob er den Bruch einkalkuliert, vielleicht sogar provoziert habe; und schließlich, ob er selbst Fehler gemacht habe.

Der Chronistenpflicht sei an dieser Stelle Rechnung getragen: Scholz meint in seiner mal kurz angebundenen, mal sehr umständlichen Art, lange genug Geduld mit Lindner bewiesen zu haben. Seine Angriffe auf den Finanzminister seien nicht, wie von CDU-Chef Friedrich Merz behauptet, unwürdig, sondern vielmehr anständig, klar und deutlich gewesen. Er habe das Ende der Ampel nicht gewollt, sondern bis zuletzt versucht, die Koalition zusammenzuhalten. Und die eigenen Fehler? „Niemand macht alles richtig.“

Keine Frage, Miosga ist gut vorbereitet. Viele Zettel mit vielen Fragen liegen vor ihr, was ja auch angeraten ist, wenn man den Stoiker Scholz zu Gast hat, der sich gerne einmal mit einem „Nö“ als Antwort begnügt. Nur stehen auf all diesen Zetteln nicht die Fragen, die die Bürger bewegen. Vielleicht ist es der Moderatorin und ihrer Redaktion entgangen, dass sich im Land eine Stimmung ausbreitet, die noch nicht von Panik, aber doch von mehr als Sorge getragen ist. Man könnte es Angst nennen: Angst um den eigenen Arbeitsplatz im speziellen und den Wohlstand im allgemeinen angesichts von strauchelnden Unternehmen. Angst um die Zukunft der eigenen Kinder angesichts eines maroden Bildungssystems. Angst um die innere Sicherheit und die sozialen Sicherungssysteme aufgrund einer immer noch nicht vernünftig regulierten Migration.

Die Beharrungskraft der Gescheiterten

Vor ihr sitzt der Kanzler, da würde man seine Sicht auf diese Ängste gern erfahren, zumal viel dafür spricht, dass sie auch die tieferen Ursachen des Koalitionsbruchs in Berlin sind. Ein Bruch, der paradoxerweise dafür sorgt, dass die drei maßgeblich für das Scheitern der Regierung verantwortlichen Männer wie selbstverständlich in Anspruch nehmen, ihre Parteien in den nächsten Bundestagswahlkampf zu führen. Dass damit das Leistungs- und Verantwortungsprinzip in atemberaubender Weise außer Kraft gesetzt wird, dürfte das Vertrauen des Wahlvolks in die etablierten Parteien nicht steigern.

Das immerhin fragt Miosga ihren Gast: Woher er als gescheiterter Kanzler die Legitimation nehme, weiterzumachen. Doch als Scholz eine substantielle Antwort schuldig bleibt und sich darauf beruft, nur das nächste Wahlergebnis als Urteil zu akzeptieren, belässt sie es dabei.

Caren Miosga no plantea al Canciller las preguntas que más preocupan a los ciudadanos.NDR/Thomas Ernst

Por cierto, Scholz le dice a Miosga su mantra de que el SPD, bajo su liderazgo, se ocupará de la seguridad interna y externa sin descuidar la seguridad social (por cierto, no dice una palabra sobre el tema de la ecología). Se comporta como si no hace mucho que la mayoría de la gente se hubiera dado cuenta de que las cosas ya no funcionarían sin establecer prioridades. El testarudo piloto Scholz, que no quiere desembarcar, mantiene el antiguo rumbo. También se le permite incluir al menos cuatro veces en el tiempo de emisión el mensaje de que la CDU supuestamente pretende recortar las pensiones y sobrecargar a los miembros más débiles de la sociedad en favor de los ricos.

Mützenich y Merz deberían arreglarlo

Miosga examina con gran detalle la cuestión de cuándo Scholz planteará la cuestión de la confianza y en qué circunstancias. La respuesta es algo complicada y ambigua. Scholz quiere dejar las conversaciones en manos de los presidentes de las fracciones SPD y CDU en el Bundestag, Rolf Mützenich y Merz. Luego se someterá a un posible acuerdo en el parlamento, dice, renunciando casualmente a su pretensión de liderazgo. Scholz niega la existencia de una coyuntura según la cual sólo se adelantarán las elecciones si la oposición acepta determinadas propuestas legislativas, como frenar el avance en frío y proteger al Tribunal Constitucional Federal contra sus enemigos. Obviamente no quiere que se resuelva el tema de las pensiones, ya que se supone que sirve de apoyo a su campaña electoral.

Cabe destacar la segunda parte de la conversación, que trata sobre las consecuencias de la victoria electoral de Donald Trump. Las expresiones faciales de Olaf Scholz parecen relajarse; de ​​repente habla con frases mucho más claras. Dice que garantizará buenas relaciones con Estados Unidos bajo Trump y evita cualquier comentario crítico sobre el gran populista sin ser culpable de ninguna congraciación. Recuerda que los estadounidenses trajeron la democracia a los alemanes, lo cual es algo emotivo para él. Demuestra confianza en la resiliencia de las instituciones estadounidenses y el sistema de controles y equilibrios. Scholz aconseja abstenerse de hacer predicciones demasiado audaces sobre lo que sucederá.

Su ingeniosa observación de que, como político extranjero, no se deben dar discursos para el público nacional, probablemente también iba dirigida a la campeona mundial de exportación moral Annalena Baerbock. Quizás, se piensa, sea simplemente un descuido en la historia de Alemania Occidental, que por lo demás es en gran medida precisa en su elección de personal, que Olaf Scholz se haya convertido en canciller. Habría sido un buen ministro de Asuntos Exteriores, al menos mejor que Baerbock.

Es difícil decir si Scholz se hace un favor presentándose en Miosga. Ni una sola vez una mano del público se movió para aplaudir. El hecho de que su apariencia sea ordenada, los seguidores lo interpretarán como un signo de sus fuertes nervios. Sus oponentes dirán que eso no hace justicia a la gravedad de la situación. En cualquier caso, Scholz no discute que el SPD y él mismo están muy por detrás de la CDU y Merz en las encuestas. Se trata de una “magnitud muy captable” y, en general, en comparación con Merz, “creo que soy más genial cuando se trata de asuntos estatales”. Bueno entonces.

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