Sabemos que el Gran Premio de Brasil no es un fin de semana como cualquier otro. ¿Una de las razones? El clima caprichoso.
El tiempo empezó a pasar factura después de la carrera al sprint. Si la sesión de clasificación estaba inicialmente prevista para las 15.00 horas, hora brasileña, se aplazó hasta las 15.30 horas… antes de ser aplazada de un cuarto a un cuarto de hora. Todo ello, ante la incertidumbre de los equipos, pero también de los miles de aficionados presentes en el lugar, de los periodistas y de los millones de telespectadores de todo el mundo.
Sobre las 17.00 horas, dos horas más tarde, la FIA decidió posponerlo hasta el día siguiente. Todo esto, frente a un Lewis Hamilton discrepar.
Lo que siguió fue bastante surrealista. Eran las 18:30 horas en Brasil cuando supimos que la sesión de clasificación tendría lugar el domingo… a las 7:30 horas, y que la carrera se adelantó a las 12:30 horas, en lugar de las 14:00 horas.
Por tanto, el paddock se levantó de madrugada para asistir a una sesión en condiciones tan delicadas como la víspera: se deploraron cinco banderas rojas, un récord.
Si la carrera pudo llegar hasta el final, también se vio algo perturbada con una bandera roja y algunos coches de seguridad…
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