Es Osasuna carbura y gusta a los menos creyentes. Incluso en días en los que el fútbol es lo menos importante. Y es que este sábado, mientras los cuerpos de los 22 protagonistas estaban en el céspedo, sus mentes se encontraban en Valencia.
Era un partido en el que los protagonistas del fútbol en España, a excepción del jefe, pidieron no disputar. Pero donde manda patrón, no manda marineroy los futbolistas, con Valencia en el corazón, ofrecieron un bonito espectáculo en El Sadar.
Sabe Osasuna que tiene una joya en las piernas de Bryan Zaragoza. Por él fluyeron todas las jugadas de peligro de los locales, a los que el 1-0 les debió parecer incluso corto.
Una esperanza en la tiniebla
Las ocasiones llegaban una y otra vez por la banda izquierda, donde Bryan Zaragoza le daba la comida a Luis Pérez. El lateral blanquivioleta no vio venir a un torbellino que, por dentro o por fuera, generaba en cada ocasión en la que el balón le llegaba a sus pies.
Lo que era un paradón de Hein precisamente a un disparo de Bryan Zaragoza se convirtió en uno de los penaltis más inverosímiles pero a la vez claros. Luis Pérez, que se lanzó a tapar el disparo de Zaragoza, derribó en el rechace a Budimir cuando había plegado el pie. El propio croata fue el encargado de materializar la pena máxima y dedicarle su tanto a Valencia.
La conexión Zaragoza-Budimir siguió haciendo daño tanto en la primera como en la segunda mitad. Mientras tanto, Sergio Herrera, en el otro área, estaba con tranquilidad viendo cómo el balón ni siquiera se acercaba a su área.
Osasuna pudo sentenciar el partido mucho antes. Se encontró el conjunto rojillo con un gran Hein, con la madera y con la falta de puntería en el último pase. Y acabó por sufrir en los últimos minutos.
Finalmente, el equipo de Vicente Moreno, preocupado por lo que pasaba en su pueblo y sin poder dirigir desde el banquillo, se hizo con los tres puntos y, al menos por una noche, dormirá en posiciones de Champions League.
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