doNo fue una sorpresa, pero sí un fracaso para la izquierda. La moción de censura contra el Gobierno presentada por el Nuevo Frente Popular (NFP) sólo fue votada el martes por la tarde por 197 diputados. Fueron necesarios 289 para derrocar a Michel Barnier. Gracias a la negativa de la Agrupación Nacional (RN) a asociarse a esta iniciativa, posición que el partido presidido por Jordan Bardella había anunciado con mucha antelación, el primer ministro mantiene su cargo. Lo que fue más decepcionante para el NFP fue que ningún funcionario electo macronista desertó. Además de los 192 cargos electos del NFP que firmaron la moción, sólo se les unieron cinco diputados: cuatro forman parte del grupo Libertades, Independientes, Territorios y Ultramar (Liot) y uno no está registrado. ¿Un golpe por nada entonces? Quizás no. El ejercicio permitió a los grupos políticos de una Asamblea completamente fragmentada contarse sus verdades sobre la secuencia política sin precedentes que se abrió tras las elecciones legislativas de junio-julio. Y tuvimos la impresión de que esto hizo bien a muchos diputados.
El primero en hablar, Olivier Faure. Elegido por el NFP para defender la moción de censura, el primer secretario del Partido Socialista (PS) comienza su intervención con la principal crítica que la izquierda dirige a Michel Barnier: su “ilegitimidad”.
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