El AC Milan ganó anoche la Supercopa Italiana y fue una final inolvidable, ya que remontó dos goles en contra para vencer al Inter, rival de la ciudad, por 3-2.
La Gazzetta dello Sport escribe que esta mañana los aficionados del Milan en la oficina y en la escuela no hablan más que de la victoria en el derbi. Después de una temporada difícil hasta el momento, los jugadores lograron un triunfo apenas unos días después de asumir el cargo del nuevo entrenador Sergio Conceicao.
En su discurso de victoria ante el equipo, Zlatan Ibrahimovic dijo: “Afortunadamente Conceiçao tenía fiebre, de lo contrario quién sabe cuántos televisores habría roto”. ¿Qué pasó? Una pantalla de plasma cayó sobre el campo en el descanso del partido contra la Juventus tras un bofetón del técnico, que no quedó contento con lo que vio.
Conceiçao, que es un obsesivo, un poco como Antonio Conte, llevó a todo el equipo a la sala de vídeo la víspera del partido. Ni películas en el dormitorio, ni juegos de cartas, ni PlayStation. A partir de las 21:30 horas, el Milan vio durante aproximadamente una hora películas de los jugadores del Inter.
No faltaron los errores en el terreno de juego y los dos goles lo demuestran, pero el Milan estuvo preparado y sobre todo mentalizado: nunca abandonó el partido, ni siquiera cuando el marcador era 0-2. Aún no hay pruebas definitivas, pero la impresión es que un entrenador así le hará bien al equipo.
Conceicao tenía fiebre, como admitió en sus ruedas de prensa (aunque sus ojos lo mostraban), mientras que Matteo Gabbia se vio obligado a faltar a los entrenamientos antes de la final. Tammy Abraham y Strahinja Pavlovic también sufrieron gripe.
Un trasfondo: el equipo prácticamente se quedó sin suministros de medicamentos traídos a Riad. Por supuesto no habría habido problema en adquirir nuevos, pero el detalle deja claro cuántas personas estaban enfermas (en el equipo y en la delegación) y cómo jugó el Milan los dos partidos.
Calciomercato.com añade algunos detalles más sobre cómo vivió Conceicao la final. Al sonar el pitido final abrazó a su equipo, celebró con los hombres del banquillo y con los de la cancha, todo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Al celebrar el gol de Tammy Abraham, el portugués incluso se lesionó. Quizás tuvo demasiado entusiasmo después del gol, corrió y sufrió un problema muscular en el proceso.
Después del partido, antes de recibir la medalla, el ex técnico del Oporto fue atendido en el banquillo y mostró cómo le sangraba el tobillo, claramente cortado por algo en el caos que se produjo.
En el vestuario siguió una gran fiesta. Como ya hiciera en su paso por el Porto, el técnico lo celebró bailando para deleite de sus jugadores que lo animaban con un cigarro en la boca.
Es una noche que perdurará en la memoria de los jugadores, de los aficionados y por supuesto de Conceicao, pero debe ser un punto de partida. Escenas como ésta –tal vez sin sangre ni enfermedad– deben volverse más comunes.
Senegal