En la antesala de las vacaciones de Navidad para el fútbol español, el Estadio de Gran Canaria se olvidó de la estrella de Belén. La de Sandro Ramírez mola más. Un golazo de falta de su factura lanzó la victoria de Las Palmas sobre el Espanyol por la jornada 18 de la Liga. La diana fue un premio al esfuerzo del ’19’, que, desde la banda izquierda, llevó a cabo una actuación de insistencia constante y no desaprovechó la mejor oportunidad de la que dispuso.
Su decisivo golpeo franco directo tuvo lugar en el equinoccio de una anodina segunda parte. Leandro Cabrera, aparatosamente, había derribado a Adnan Januzaj, uno de los revulsivos de Diego Martínez, en la frontal. El ex del Málaga se encargó de un zapatazo de derechas al que imprimió un efecto endiablado. Primero, se escoró a la izquierda de Joan García, así que este dio un paso en falso en esa dirección. Entonces, el cuero se corrigió al otro lado y el guardameta no tuvo tiempo de reaccionar.
Habrá quien piense que el cancerbero podría haber hecho más. Es un punto de vista comprensible, pero el acierto del autor es indiscutible. Con esta maniobra, rompió la dinámica de un partido en el que la sensación general era de igualdad, aunque, a los puntos, se podría conceder cierta ventaja a los locales, sobre todo en el momento en el que se produjo la diana. Antes, muy pocas llegadas habían intimidado a los porteros.
Solo Jasper Cillessen tuvo que trabajar ante un disparo raso de Javi Puado que carecía de mordiente. El Espanyol se había propuesto molestar la salida de balón de Las Palmas y generó varias pérdidas de pelota que daban la razón a Manolo González. La apuesta espejo era combinar la inventiva de Sandro con balones en largo para que Fábio Silva esprintara, aunque se vio preso por la trampa del fuera de juego en demasía.
Hubo situaciones de bonanza para las dos pizarras. Una prestación notable por parte de Álex Suárez y Scott McKenna apagó la de los catalanes, que vieron cómo el ‘4’ no permitía que Cheddira controlara cómodo prácticamente ningún esférico que le arribaba. En cuanto lo gestionaba con el pecho, tenía a su par ya pegado a su espalda. La defensa de la Unión Deportiva también se presentó diferencial en el tiempo de descuento, cuando, con 1-0, el equipo permitió un chaparrón de centros colgados por parte de los ‘pericos’.
Afortunadamente para Diego Martínez, esto ocurrió ya con el árbitro a punto de dar el pitido final. Después del gol de Sandro, lo que ocurrió fue que los suyos se centraron en mantener la posesión, decelerar sus combinaciones y finalizar todas las jugadas que les fueran posibles para evitar contragolpes. Ya fuera esto por orden táctica o por interpretación propia de los futbolistas a pie de campo, era la mejor fórmula.
De hecho, el 2-0 pudo llegar en alguna respuesta de los canarios cuando la expedición de Barcelona subía con muchos efectivos y dejaba espacio a su retaguardia. Ni Fábio Silva ni Mika Mármol, quienes dispusieron de oportunidades de explotarlo, lo lograron por el mérito de sus contrincantes a la hora de replegar y seguir opositando a las tablas. En el otro extremo del tapete, se llevaba a cabo aquel embotellamiento con méritos para Suárez y McKenna.
Las Palmas se coordinó bien incluso en lo anecdótico. A la media hora del comienzo, Darío Essugo se vio en la necesidad de acudir al baño. Jasper Cillessen, sabedor de que el árbitro está obligado a parar el encuentro si un portero no está en condiciones de jugar, se sentó y aparentó sufrir de molestias físicas. Dinko Horkas, su suplente, hasta calentó para apoyar su argucia en lo que el ’29’ acudía al retrete. Entre protestas de Javi Puado, que vio la tarjeta amarilla, el grupo logró que la ausencia del centrocampista no restara.
De haber salido mal, este capítulo habría indignado a las gradas, que, visto el devenir del partido, marchan a las vacaciones de Navidad con una sonrisa de oreja a oreja. 4 citas seguidas puntuando para la isla. El Españolen contraste, tendrá que afrontar la vuelta tras las fiestas desde la silla 18 de la categoría, que es una de las tres de descenso. Un empate habría sido posible y contaba con argumentos, pero la estrella de Sandro marcó la diferencia.