lo esencial
Desde hace varios días, organizaciones humanitarias y voluntarios están en primera línea en Mayotte para ayudar a las víctimas tras el paso del ciclón Chido. Jean-François Corty, presidente de Médicos del Mundo, describe una situación catastrófica en el lugar.
¿Qué sabemos sobre la situación sanitaria en Mayotte?
No disponemos de cifras precisas sobre muertos y heridos. Esto es problemático y nos hace temer lo peor. Estamos en un contexto en el que barrios marginales enteros han sido destruidos. Para mostrar la violencia del fenómeno: el ciclón también arrasó edificios duros. Los vientos pulverizaron por completo una zona habitada por casi 150.000 personas. Podemos esperar que haya un número significativo de heridos y muertes.
¿Qué sistema implementó Médicos del Mundo? en el sitio?
Ya teníamos equipos en Mayotte. Pero están pasando por graves dificultades: tenemos locales que han sufrido graves daños y no tenemos noticias de una quincena de voluntarios. No sabemos si es porque murieron o si es por la comunicación. Ya hemos empezado a celebrar reuniones de coordinación: nos vamos a poner en orden de batalla para aumentar la carga de trabajo.
¿Cuáles son las prioridades?
Existe un desafío logístico para llevar ayuda a la isla. En primer lugar, porque Mayotte está bastante arraigada. También tenemos muchas carreteras que hoy son intransitables. El principal problema es el acceso al agua, que hoy sigue siendo muy limitado. Antes de la catástrofe que afectó a Mayotte, sabíamos que el 16,3% de los habitantes –o 41.000 personas– ya tenían problemas para acceder al agua potable. También hay mucha presión sobre la comida para todos, incluso si llegan las entregas.
¿Qué pasa con el acceso a la atención?
Tenemos poblaciones necesitadas que se encuentran en territorios remotos. Sobre todo, será necesaria asistencia psicológica para las personas que lo han perdido todo en esta catástrofe: se trata de una cuestión de salud pública, que contribuirá a la prevención de riesgos epidémicos. Tenga en cuenta que no estamos hablando de una epidemia que aparece espontáneamente ni de una curva de desastre. Sin embargo, sabemos que los riesgos aumentan en las zonas endémicas: en Mayotte luchamos contra el cólera. También existen temores respecto de la malaria y otras enfermedades tropicales.
El problema es que una veintena de centros de salud periféricos han sido destruidos. El Centro Hospitalario de Mayotte sufrió daños aunque sigue en funcionamiento. Será consolidado y asistido por un hospital de campaña que estará operativo este jueves o viernes.
¿Había, en su opinión, alguna posibilidad de evitar esta catástrofe?
Lo sorprendente es que se trate de un departamento francés. Estamos en un país rico que normalmente debería poder anticiparse a las catástrofes. Estamos en un territorio pequeño, en el que registramos 20.000 expulsiones cada año de personas sin papeles. Estas poblaciones intentan vivir escondidas y a veces acaban retrasando su atención… En Mayotte, era un arma doble. Las personas que viven en barrios marginales probablemente no se beneficiaron del plan de emergencia implementado la semana pasada porque tenían miedo de ser arrestadas.
Este ambiente represivo es un factor agravante: existe una enorme desconfianza hacia las autoridades. Resultado: la mayoría de las muertes se observan entre personas que viven en entornos precarios. Y hay que saber que allí el 77% de la población vivía por debajo del umbral nacional de pobreza: cinco veces más que en Francia.
¿Cuáles son las soluciones para combatir esto?
También tenemos que preguntarnos a mediano y largo plazo: ¿qué vamos a hacer para mantener seguras a estas poblaciones? No creo que las autoridades francesas vayan a abogar por la construcción de edificios sólidos destinados a albergar a personas en situación irregular. Estas personas ya han comenzado a reconstruir su barrio marginal.