El Atlético de Madrid había planteado el partido ante el Getafe como una fiesta. Música, actividades, comida, etc para antes y después del encuentro ante los de José Bordalás. El fondo sur, una vez cumplida su huelga de animación, se reenganchaba para intentar generar un clima que no había sido necesario para que los de Simeone firmasen diez partidos seguidos ganando hasta llegar a la cita contra el cuadro azulón.
Los rojiblancos ya conocían cómo se las gastaban los de Bordalás con los récords de los colchoneros, el año pasado interrumpieron y evitaron que el Atlético firmase la mejor marca de su historia de victorias locales consecutivas. Ahora, se querían interponer al de victorias totales que perseguía el Atléticollegaba con diez, a por las 13 logradas en 2015.
Sin embargo, desde el primer momento se vio que el Getafe no estaba por la labor de unirse a la fiesta local. Ni los más de 60.000 aficionados en la grada, la mayoría ataviados con el gorro de Papá Noel que el club colchonero había regalado, contagiaban a los getafenses la voluntad de contribuir al espectáculo.
El Getafe enseñaba esa parte suya más áspera, menos vistosa, esa actitud suya pragmática, sin concesiones a que esto sea para divertirse, para marcar goles. Y todo para intentar sumar algo en el Metropolitano. Para eso valían todas las armas. No sólo un fuerte sentido defensivo, sino también el arte de saber jugar ‘ese otro fútbol’, el de rascar cualquier segundo. Algo que ponía de los nervios a la grada.
En el añadido de la primera parte, el meta David Soria rascaba unos segundos al intentar irse a por un balón a la banda, cuando había salido de meta y ya tenía uno colocado en el vértice del área pequeña para poder sacar. La gente se desesperaba, como poco antes había sucedido con Djene al demorar algún saque de banda, o cuando Keita había ganado cinco o seis metros para sacar de banda también, cuando el balón había salido mucho más atrás. Detalle a detalle, minuto a minuto, los de José Bordalás. Algún despeje de más al otro lado del campo, cuando el árbitro ya había pitado final de jugada.
El tiempo se consumía, cual vela de cera. Y Simeone pedía a la gente que apretase, especialmente a ese fondo sur que había decidido unirse a la causa. El Getafe no empezó a tener prisas hasta que Molina se sacó un centro espectacular desde la banda, para que Sorloth tumbase el muro, con un cabezazo excelso que cogió a contrapié a un David Soria que lo miró alejarse, con un lugar de privilegio como espectador.
Chema G. Fuente
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